Un lobo para un cordero
Nadal cita a Murray en las semifinales tras devorar a Berdych y pelearse con el juez de silla
Antes de que Rafael Nadal llegue invicto a las semifinales de la Copa de Maestros (7-6 y 6-1 al checo Tomas Berdych), resuenan los silbidos y aletean los abucheos mientras el español amaga con sentarse en el banquillo. Esto dice el marcador: 5-6 y 15-30 para el número seis mundial. Esto protesta Nadal: con 15-15, alza un brazo como señalando que una bola de Berdych ha sido mala, aunque la mantiene en juego. Carlos Bernardes, el juez de silla, quizá confundido por su gesto, la canta fuera. El ojo de halcón muestra su error. Bernardes da el punto a Berdych. Nadal cree que había que repetirlo (15-30): "¡Me estás diciendo una barbaridad! ¡Una locura! ¡Carlos, mi bola ha ido dentro!".
"¡Me estás diciendo una barbaridad! ¡Una locura! ¡Carlos, mi bola ha ido dentro!"
Fue como encender una triple hoguera. Nadal quema a gritos su garganta: "¡No quiero jugar!". Nadal protesta al supervisor: "¡Se equivoca!". Y Nadal deja cenizas por el suelo, la señal del fuego de sus tiros: ganó 11 de los siguientes 15 puntos, desconcertado como estaba Berdych -"el árbitro le tiene miedo; debió mostrarle que no puede hacer lo que quiera", dijo el checo-, y se cita hoy con el británico Andy Murray en las semifinales de Londres.
El carácter competitivo de Nadal está sobradamente demostrado. ¿Y el de Murray, el número cinco? ¿Cómo se explican sus frases del jueves, su seriedad de funeral y su dimisión prepartido? "No sé si tengo muchas posibilidades contra Rafa. Es el mejor", dijo Murray; "está jugando increíblemente. Parece que no puedo con los mejores en los partidos grandes. Aún tengo que ver si puedo o no". Entonces, ¿por qué sus comentarios de ayer? ¿A qué viene hablar de la sátira y la inteligencia, como diciendo que no le habían entendido? ¿Hay alguien que comprenda a un tenista para quien el público de Londres es británico en la victoria y escocés en la derrota?
"Murray es alguien difícil de describir y comprender incluso dentro de Reino Unido", argumenta Greg Rusedski, ex número cuatro. "Lo que más distingue a Rafa y Andy son sus personalidades porque son muy distintas. Aquí no siempre entendemos a Murray porque nunca sabemos qué esperar de él. Nunca sabemos cómo responderá a la presión porque unas veces lo hace a lo grande y otras no", continúa; "la mentalidad es su reto. Nadal, en cambio, es un ejemplo para la sociedad. Tiene una personalidad remarcable. Federer y él siempre están mentalmente ahí, siempre luchan, inspiran al público... Tienen una fortaleza mental y un talento tremendos. Murray debe aprender a utilizar al público en su favor y a dejar de luchar contra sí mismo".
El Murray que ven muchos británicos poco tiene que ver con el tremendo tenista que ha llegado a dos finales grandes (Abierto de Estados Unidos y de Australia 2010), que ha peleado en las semifinales de Wimbledon (2009 y 2010) o que ha ganado a todos los jugadores de peso sin grandes alardes. El silencioso Murray, aconsejado por Àlex Corretja, es un genio de la estrategia que anuda a sus rivales en la tela de araña de sus golpes. Y ese Murray cabizbajo que describen algunos compatriotas, atrapado en un bajísimo nivel de primeros servicios, la clave del partido -"le da plano, desestabilizado y sin top-spin: por eso no tiene margen de error", analiza el gran sacador que fue Rusedski-, no es, para nada, el que espera Nadal hoy sobre la pista.
"Lo ha demostrado un millón de veces. No ha ganado ningún grande por circunstancias inexplicables", argumenta el número uno, que se ríe al enterarse de lo que cuenta el británico a los periodistas; "ha ganado mil veces partidos muy importantes y está preparado para rendir a un nivel altísimo. Por momentos, puede ser superior a cualquiera. Me puede ganar tranquilamente".
En Londres hay alergia al favoritismo. Hoy (15.00, Teledeporte) juegan dos grandes tenistas. Murray va disfrazado de cordero. Nadal tiene un único traje en el armario: solo puede ser el lobo. Es el peso del número uno.
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