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Reportaje:

El año del capitán 'light'

Casillas afronta su primer clásico con el brazalete tras levantar la Copa del Mundo

Diego Torres

"Parece que no estoy", decía Casillas. Pasaban las jornadas de agonía. Pasaban los últimos días de la Liga 2009-10 persiguiendo a un Barcelona invencible. Pasaban los amistosos de preparación del Mundial. Pasaba la derrota ante Suiza. El momento de Casillas parecía no llegar nunca. Se escuchaban rumores de crítica, de reproche, señalando a su estado de forma o a su vida privada. La espera es la tortura de todo portero y Casillas debió esperar.

José Manuel Ochotorena, el preparador de porteros de la selección, hombre de piel curtida, que sabe que la verdadera tragedia es la espera, le dio el mejor consejo que pudo: "Estate tranquilo. Estás entrenándote bien. Ya llegarán los momentos. Ya tendrás que intervenir".

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Cuando le llegó la hora, no fue para que interviniera. Como casi siempre, fue para reclamarle una o dos hazañas. Ochotorena las enumera como pequeños milagros: "El penalti que le paró a Cardozo, el mano a mano con Robben... Yo cuando lo vi frente a Robben supe que lo iba a parar. La presión es lo más difícil de gestionar para un portero y él desde joven ha desarrollado una habilidad especial para aguantar. Él sabe que todos esperamos de él una actuación milagrosa y tiene el don de responder. La respuesta máxima en momentos de máxima carga emotiva es muy difícil. Pero él respondió".

Casillas no había esperado unos meses. Cuando llegó a Sudáfrica para disputar el Mundial llevaba por lo menos una década pacientemente distraído como si la cosa no fuera con él. Fingiendo que no pasaba nada. Hablando cada vez menos, sobre todo en el Madrid. "Este no es mi equipo", había dicho, cuando le preguntaban por su responsabilidad en los asuntos del vestuario del club, y acto seguido señalaba a Raúl.

Desde que subió al primer equipo en 1999 Casillas vivió bajo el escrutinio de Raúl y los poderes fácticos del vestuario. Hasta que Raúl no dejó el Madrid, en el verano pasado, el portero no se sintió más autorizado que para ocupar un lugar en la sombra. La penumbra se le dio bien. Sabía esperar. Y sabía buscar vías de escape: la capitanía de la selección le permitió fijarse un objetivo. "Quiero ser campeón del mundo", se dijo. Así, con esa apariencia de tranquilidad que en Casillas siempre es ilusoria.

No ha cumplido 30 años y es un mito viviente. Es el jugador que más partidos ha disputado en la Liga de Campeones, solo le supera Zubizarreta en internacionalidades con España, y es el primer capitán español en levantar una Eurocopa y un Mundial. Sin embargo, en el Real Madrid no ha mandando apenas hasta hace unos meses. Hasta que Raúl se fue.

"¿Que en qué me ha cambiado la Copa del Mundo?", dice, repitiendo la cuestión antes de responder sin titubeos: "He aguantado tanto durante tanto tiempo que siento que me he quitado un peso de encima. Ahora me siento libre para decir que no".

Dicen los psicólogos que la negación es la primera forma oral de autoafirmación del ser humano. Casillas no es un bebé. Pero, de alguna manera, nació en 2010. Ha llegado al mundo hace poco y en su historial ya figuran 20 clásicos. Más de 1.900 minutos de experiencia en Liga contra el Barcelona. Más de 137 remates recibidos de parte de futbolistas azulgrana entre los tres palos, de los cuales salvó 102 y recogió 35 de la red. Nueve derrotas (cuatro consecutivas en las últimas dos temporadas), siete empates y seis victorias. El saldo es amargo. Pero Casillas tiene una vida por delante para cambiar esa parte de su destino. Dentro de tres días jugará su primer clásico como capitán. Y esta vez el equipo sí será suyo.

"Iker, como capitán, se apoya mucho en sus compañeros", dice el seleccionador, Vicente Del Bosque. "Iker no es un capitán al uso", observa su lugarteniente Xabi Alonso, junto con Ramos, el colega con el que más asuntos despacha. "No es de esos capitanes que continuamente hacen sentir a los demás que ellos son los que mandan. ¿Cómo decirlo? Él es un capitán light".

Aparentemente la Copa del Mundo no le ha cambiado. Es un poco menos socarrón, quizá. Más introvertido. Pero igual de campechano y desdeñoso con las solemnidades y las dramatizaciones que tantas veces hacen del fútbol un asunto violento. Como observa Xabi Alonso, a Casillas, el boato le sigue importando un bledo. En esta vida y en todas las demás.

Casillas durante el último encuentro de Liga ante el Athletic en el Bernabéu.
Casillas durante el último encuentro de Liga ante el Athletic en el Bernabéu.CLAUDIO ÁLVAREZ

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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