Los anglicanos refuerzan la disciplina para evitar cismas
Profundamente dividida ante la futura ordenación de obispas y la aceptación de prelados abiertamente homosexuales, la jerarquía anglicana ha dado el primer paso para adoptar una alianza que garantice la unidad de todos sus miembros. El sínodo de la Iglesia de Inglaterra inició su andadura para el próximo lustro con una votación, ayer, que ratificó la obligada adhesión de las parroquias a la doctrina oficial por encima del pulso entre tradicionalistas y progresistas. "Debemos conjurar el riesgo de ruptura", advirtió su primado, el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams.
El sínodo adoptará esa cláusula en 2012 si las diócesis la aprueban. Ese gesto, que para los sectores más abiertos de la Iglesia supone una impronta autoritaria frente a las disensiones, fue, paradójicamente, contestado por los más inmovilistas, que temen la "feminización" del obispado 16 años después de la primera ordenación de mujeres sacerdote.
Si la reina Isabel II, que inauguró el sínodo en calidad de jefa política de la Iglesia anglicana, subrayaba la necesidad de adaptarse a una sociedad "diversa y secular", las cifras también son tozudas: las mujeres son un tercio del clero anglicano; por tanto, la consecuencia natural es que algunas sean ordenadas obispas. El primer prelado homosexual fue consagrado en 2004.
Cinco obispos han anunciado que abrazarán el catolicismo, acogiéndose a la oferta papal para dar cabida a los descontentos con la impronta liberal de su credo. El arzobispo Williams intenta retener a los críticos que aún se adhieren a la Iglesia de Inglaterra: "Aceptamos el desacuerdo, pero tenemos que buscar soluciones inteligentes para no acabar disolviéndonos en pedazos".
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