Trampantojo corporal
Si ya la teórica y crítica de danza romana Donatella Bertozzi catalogaba esta pieza como "una pequeña joya de una elegancia explosiva con refinamiento e ironía", puede agregarse a tan justificado elogio que también es un producto elaboradísimo dentro de una estética vintage que se inserta en una corriente más contemporánea, reflexiva y hasta cerebral.
En un ángulo del escenario, un ordenador portátil es manejado por los bailarines. El humor teatral con cierto guiño al ilusionismo juega aquí su papel, tras el largo monólogo gestual y expositivo que abre la pieza y que da las pistas de por dónde va el discurso. No hay amateurismo, sino un uso desenfadado de las caídas y recuperaciones o de los amagos de cortes de luz. Todavía no sé si un móvil que sonó y un hombre que respondió y salió corriendo grada abajo formaban parte de la obra, pero creo que sí.
PASSO
Coreografía, escenografía y vestuario: Ambra Senatore; música: Brian Bellott y Andrea Gattico; luces: Fausto Bonvini.
Teatro Pradillo. 22 de noviembre.
Una elaboración coréutica en espejo sumaba, recurriendo a un posible oxímoron plástico, el trampantojo tridimensional, que va tejiendo una atmósfera metafórica e ilusoria en que el absurdo teatral encadena aforamientos apresurados o unas figuras que se interrumpen a sí mismas.
Los cinco intérpretes, tres mujeres y dos hombres, aparecen vestidos idénticamente (peluca negra corta, vestido verde ceñido: una seudo-identidad que focaliza un estándar) hasta conseguir plenamente el efecto modular. Pueden ser geométricamente 5-10-15: una sucesión de roles simultáneos como un cuerpo de baile en canon elusivo, casi en la virtualidad que lleva desde el ensemble a la descomposición, la ruptura de esa imitación mimética y alienante como paradigma de la acción socializante o integradora.
Un fragmento reconocible de un poema sinfónico de Smetana abre la escena final, donde se va componiendo en otro ángulo del suelo una escultura-personaje de despojos: peluca, vestido, brazo de escayola. Se trata de una propuesta de nuevo módulo entre lo escultórico y la instalación progresiva, y hasta una cierta pantomima invita al público a asumir ese sexto carácter, evidentemente, el mismo de los otros cinco. El desenlace está planteado en clave irónica: ya de civil, la misma bailarina del principio tras a abandonar vestido verde y peluca negra, se ve perseguida por un doble, estableciendo un continuo, una idea de repetición o enlace que justifica toda la obra y la cierra de forma brillante.
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