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ELECCIONES CATALANAS | Faltan 10 días
Columna
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Votar, dudar, abstenerse

Joan Subirats

Tal como están las cosas, los dos grandes interrogantes que despejar el 28 de noviembre son la dimensión de la victoria de CiU y el porcentaje que alcanzará la suma de abstención, voto en blanco y voto nulo, y su distribución territorial. En el primer aspecto, la campaña puede generar cierta modulación en la ventaja convergente. A pesar del tono de resignación que predomina en las formaciones de izquierda, un mínimo de movilización de última hora es esperable. Ello situaría a CiU por debajo de los 60 escaños, dificultando que pueda gobernar en mayoría relativa con apoyos ocasionales del resto de las formaciones políticas. El descenso de socialistas y de ERC parece insoslayable, así como una cierta estabilización del voto de ICV. La encuesta del CIS mostraba un alto número de ciudadanos que dudan entre ir a votar o no, y también entre votar a un partido o a otro. Y entre estos últimos, una parte significativa (13,5%) sitúa su incertidumbre entre CiU y el PSC, y en menor medida encontramos otras posiciones dubitativas entre apoyar a CiU o ERC (7,2%), CiU o el PP (4,2%), o entre el PSC e ICV (6,6%). Como vemos, al final las cosas pueden acabar decantando las cifras finales y la atribución de escaños de manera muy distinta, según cómo acabe decantándose esa significativa opción de dudosos de última hora. La campaña puede, pues, tener efectos, sea por las declaraciones de unos y otros, sea por los resbalones inopinados, sea por los efectos no previstos de algunas noticias.

¿Qué futuro tiene un sistema en el que solo uno de cada tres residentes se toma la molestia de votar a un partido político?

La resolución del otro gran interrogante no es solo relevante al permitir conocer la verdadera dimensión de la tragedia, es decir, el grado de alejamiento de la ciudadanía con relación a las instituciones políticas y representativas de Cataluña, sino porque puede tener efectos muy importantes en la fragmentación del Parlament. A menos votantes, más posibilidades de las opciones minoritarias de conseguir representación parlamentaria y, por tanto, más fragmentación política, más sorpresas en cuanto a posibles configuraciones y coaliciones potenciales. Ese es un escenario que tampoco conviene a los grandes partidos, y en especial a CiU, que pueden ver como aumenta la competencia por los últimos escaños que atribuir en cada circunscripción. Por otra parte, la encuesta del CIS atribuía una intención de voto ya firme de un 7,5% de la ciudadanía para votar en blanco y un 3% dudaba entre abstenerse o ir a votar en blanco. De confirmarse estas cifras y situarse el voto en blanco más allá del 9% o 10%, estaríamos ante la mayor proporción, nunca conseguida en España en ninguna elección, de un voto de indudable carga crítica. Un voto que combina compromiso democrático y rechazo tanto a las opciones disponibles como a la forma de hacer política. Por otra parte, si se alcanzara, como se supone, una cifra de abstención de más del 50% del electorado potencial, entiendo que ello debería ser objeto de una atención especial, de manera que podamos analizar sitios y lugares en los que se concentra la abstención (en las pasadas elecciones municipales la concentración de abstencionistas estaba situada en los barrios y zonas con menores niveles de renta y de educación, y con mayor degradación urbana), y características de edad, sexo y lugar de origen.

Hemos de tener en cuenta que quedan ya fuera del juego político 1,5 millones de ciudadanos que, si bien tributan y contribuyen al funcionamiento del país, no tienen derechos de participación política por su condición de extranjeros. Por tanto, conviene no perder de vista estos aspectos a la hora de calibrar el grado de erosión de la legitimación política de nuestras instituciones representativas. Nadie podrá discutir la legalidad de los que finalmente gobiernen, pero será lícito preguntarse, de confirmarse el escenario de menor participación electoral, por el futuro de un sistema político en el que, unos porque no quieren, otros porque no pueden, solo uno de cada tres residentes en Cataluña ha votado a un partido político.

Joan Subirats es director del Instituto de Gobierno y Políticas Públicas de la UAB.

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