El placer de descubrir
Francois Jacob en su maravilloso libro El ratón, la mosca y el hombre destaca que la empresa científica representa el mayor éxito de la Humanidad y es, junto con las artes, la que ha conseguido que la aventura humana se desarrollara plenamente. Todos los inicios de octubre de cada año, los científicos y la población en general, vivimos con expectación la concesión de los premios Nobel de ciencias, un reconocimiento a descubrimientos que marcaron o marcan el futuro de nuevas investigaciones, en ocasiones ni siquiera imaginadas por sus autores.
Este año el Nobel de Química premia el trabajo de R. Heck, E. Negishi y A. Suzuki al descubrir el método para la creación de enlaces carbono-carbono, un arma esencial en la síntesis química que ha permitido el desarrollo de nuevos materiales cada vez más presentes en la sociedad y de una medicina más personalizada con nuevos fármacos. El Nobel de Física reconoce la tarea de A. Geim y K. Novoselov por el descubrimiento del grafeno, un material con un futuro prometedor que podría tener importantes desarrollos para la fabricación de nuevos productos, tales como transistores y pantallas táctiles. El premio Nobel de Fisiología y Medicina ha sido concedido a R. Edwards por la técnica de fecundación in vitro, que suscitó en su momento un serio debate ético ya superado, al afectar directamente a la especie humana. Hoy son más de 4,5 millones los bebés nacidos gracias a la ciencia.
En los Nobel de Química y Fisiología y Medicina, ambos descubrimientos han tenido que esperar más de treinta años. Sin embargo, el Nobel de Física premia un descubrimiento en el que se lleva trabajando tan sólo seis años, algo bastante excepcional en estos galardones. En ciencia, los tiempos no se pueden predecir, y mucho menos las aplicaciones, pero toda "buena ciencia" acaba revertiendo en la sociedad y en nuevo saber sobre el que se cimentan nuevos saberes.
Podríamos decir que todos los trabajos científicos tienen algo en común: que aunque en ocasiones cunda el desánimo, finalmente los investigadores son recompensados, en la mayoría de los casos, con el placer de descubrir. La ciencia es un trabajo silencioso, largo y con más fracasos que logros, pero cuyos beneficios generan no sólo conocimiento, sino también bienestar y cultura.
En un momento en que la crisis económica golpea el mundo desarrollado y no desarrollado de forma alarmante es clave que los Gobiernos reconozcan el papel de la ciencia como motor económico. Los datos son concluyentes: los países que más han apostando por la ciencia tienen retornos más importantes en los índices productividad, de crecimiento económico y de incremento de calidad de vida.
Pero esta afirmación que es aceptada casi como un "dogma", no tiene en general la repercusión que se esperaría en las políticas económicas de los países, pese a que se ha constatado que un esfuerzo en I+D prolongado en el tiempo ha repercutido en los indicadores económicos de dichos Estados. Irlanda y Finlandia salieron de la crisis en 1973 y 1990, respectivamente, realizando una importante inversión en educación e investigación, lo que les reportó un considerable incremento de sus tasas de bienestar y del peso de sus PIB en la UE. Es el caso también de las economías emergentes de países como Singapur, China e India, estas dos llamadas a liderar la economía mundial, según destacan estudios como el prestigioso Goldman Sachs.
Como estrategia para salir de la actual crisis, Francia y Alemania han decidido aumentar su presupuesto en I+D; ejemplo similar el acontecido en Reino Unido, donde su ministro de Finanzas, George Osborne, ha afirmado que "Gran Bretaña es un líder mundial en investigación científica y esto es vital para nuestro futuro éxito económico", por lo que han congelado y blindado los presupuestos en ciencia hasta 2015. Mientras, otros países como España han decidido reducirlo un 7% para el próximo ejercicio. Este hecho, como ha sucedido en anteriores ocasiones, marcará las diferencias del futuro.
Desde los años 90, España ha realizado un esfuerzo ímprobo en financiación y formación de nuevos talentos que la ha situado entre las mejores en áreas científicas como la física y la biomedicina. Aunque sólo tiene dos premios Nobel de ciencia, Ramón y Cajal y Severo Ochoa, este escaso número no refleja el nivel científico español, que en los últimos 20 años ha pasado del puesto 30 al 9 en el ránking mundial, tal y como destaca la revista Science, posición similar a la ocupada por nuestra economía. La ciencia en España está preparada para dar el paso definitivo hacia el éxito y para que la sociedad tenga el retorno de toda la inversión realizada. No cabe pues un paso atrás en su financiación, porque lo que no se invierta hoy en ciencia, no podrá hacerse mañana.
Laura Sánchez Piñón es catedrática de Genética de la Universidade de Santiago y ex conselleira de Educación
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