Cela: ¿el arte de copiar?
Dentro de unas semanas tendrá lugar en Barcelona el juicio contra Camilo José Cela, premio Nobel de Literatura de 1994, por presunto plagio. El escritor no podrá sentarse en el banquillo porque falleció en 2002 y de las acusaciones de haber cometido delitos contra la propiedad intelectual, apropiación indebida y estafa deberá responder José Manuel Lara Bosch, consejero delegado de Planeta. Fue este sello el que otorgó en 1994 su conocido premio, el mejor dotado de España (entonces con 50 millones de pesetas), a la novela La cruz de San Andrés, que presentó el escritor gallego. Tiempo después, Carmen Formoso compró el libro y, cuando lo terminó de leer, tuvo una cosa muy clara: que la novela del autor de La colmena se parecía mucho a una suya (Carmen, Carmela, Carmiña), que ella había presentado al Planeta pero sin suerte alguna.
Donde Formoso escribió "No llevaban bragas y, abriendo las piernas y sin inclinarse, vaciaban tranquilamente la vejiga", Cela resumió: "Va sin bragas y orina en equilibrio"; y donde ella puso "Los hombres volvían la cabeza al verla pasar por la calle", el premio Nobel exhibió su maestría al escribir: "Los hombres volvían la cabeza al verla pasar por la calle".
Pura coincidencia, dirán algunos, como hicieron seguramente los que archivaron el caso dos veces (lo volvió a abrir la Audiencia Provincial de Barcelona y esta vez, el Tribunal Constitucional), pero el problema no eran solo unas cuantas frases más o menos iguales: es que ambas novelas compartían temas, argumentos, escenarios, personajes. La juez que se encarga ahora del asunto ve indicios razonables de que haya habido delito.
La fiscal del caso entiende que no hay plagio porque existen diferencias radicales en las técnicas narrativas y en la estructura de ambas novelas. La juez encuentra que Cela pudo trabajar a partir del original de Formoso, del que hizo un poco loable "aprovechamiento artístico". Según el abogado, hijo de la autora, la editorial facilitó el original de su madre a uno de los negros de Cela, Mariano Tudela, y fue este el que, "presumiblemene", inició los cambios. Luego llegó el Nobel para desperdigar en la obra su inmenso arte. Huele mal, sin embargo, que un escritor tan grande necesitara tanta inspiración ajena: y que le dieran el Planeta.
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