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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

El jazz vitalista de Mastretta

El compositor y músico participa por primera vez en el Festival de Madrid

Patricia Ortega Dolz

Será la primera vez que Nacho Mastretta (Barcelona, 1964) toque en un teatro, en el Fernán Gómez. Será la primera vez que participe en el Festival de Jazz de Madrid que dirige Javier Estrella. Será el domingo, después de toda la vida dedicado a la música (desde el conservatorio) y 20 años viviendo y tocando alegremente por Madrid.

"Esta es una ciudad que siempre ha sido muy difícil, y ahora, de repente, nos abren las puertas de un teatro. Me puse muy contento cuando me invitaron, no solo por mí, sino porque entiendo que supone una mayor amplitud de miras".

A Mastretta, según reconoce él mismo, le descubrió la mayoría de la gente en el cine con Asfalto, la película de Daniel Carpalsoro. Desde entonces, ha puesto música a una docena de filmes convirtiéndose así en uno de los principales referentes componiendo bandas sonoras. La última ha sido El Gran Vázquez de Óscar Aibar, que será la pieza principal del concierto del domingo y que interpretará junto a su concurrida banda de músicos de un tirón de media hora, por primera vez: "A ver qué tal sale, nunca lo hemos hecho".

Ese es el espíritu de Mastretta y quizá la razón por la que ya ha encontrado su sitio en el Festival de Jazz: siempre dispuesto a vivir y compartir una experiencia musical distinta y única, sin perder de vista el sentido del humor ni la magia de la improvisación.

Quien no haya tenido ocasión de ver a este músico en plena acción, debe saber que es como una dosis concentrada de alegría de vivir, un chute en toda regla de jolgorio vital, aunque no esté de moda la felicidad.

"Los valores emocionales más estimados socialmente son los negativos, pero tan emocional es la alegría como la tristeza". Lo dice un tipo al que se le nota que le sobra entusiasmo. Un tipo que va por ahí diciendo, como si tal cosa, que "hay que vivir perpetuamente inspirado, es decir, agradecido a la vida".

Esa manera epicúrea de estar en el mundo, ese concepto de disfrute cotidiano, no está reñido en absoluto con una vida con conflictos de toda índole. "En la música, en el cine, en la vida hay conflictos y yo lo que hago es darles un tono optimista buscando y desarrollando una solución".

Está el camarote de los Hermanos Marx ("y dos huevos duros") y luego la cueva donde ensayan Mastretta y sus músicos en la bodega de una casita del barrio de Lavapiés. Dos días antes de la actuación andan cerrando la estructura del concierto. "Tú entras con el tirititi, y tu con el torototo y luego vas tú con el tarara...". Y ahí está él, el hombre orquesta, todo paciencia y serenidad.

"En el caso de la banda sonora de El Gran Vázquez, acordamos Óscar [Aibar] y yo que, puesto que la película se centra en un solo personaje, la música le seguiría a él y el reto fue hacer mil versiones distintas de la misma pieza que suena durante toda la película", cuenta este amante de los clásicos cinematográficos (Bertolucci, De Sica...) que le ha puesto música a cintas tan dispares como Torremolinos 73 y Looking for Fidel.

Su próximo proyecto tiene que ver directamente con la puesta en escena y con el baile: ¡a bailarrr! Pero no solo: "Estoy elaborando material didáctico con música que pueda tocar cualquiera: músicos, estudiantes, niños... Aparte de salas en las que actuar en Madrid, también faltan materiales".

No hay más bolos en el horizonte, pero el ensayo es una orgía musical, todo un derroche hedó-nico de energía y ganas a dos metros bajo tierra. Y el domingo, más.

Nacho Mastretta, al fondo de la sala con el clarinete, ayer en un ensayo con el grupo.
Nacho Mastretta, al fondo de la sala con el clarinete, ayer en un ensayo con el grupo.LUIS SEVILLANO

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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