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Ensayo | LIBROS / Ensayo y Narrativa

Las fuentes liberales

José María Ridao

La crisis financiera que estalló en el verano de 2007, y cuyos devastadores efectos se dejan sentir todavía, ha sido considerada con práctica unanimidad como una de las consecuencias más indeseables de las doctrinas neoliberales que prosperaron a partir de los años ochenta del pasado siglo. A juzgar por los recientes resultados electorales en diversos países europeos, la socialdemocracia, que no consiguió hacer frente a esas doctrinas mientras parecían galopar sobre el éxito, tampoco ha sido capaz de extraer beneficios cuando se produjo su fracaso. Pero eso no significa que desde el centroderecha, en particular desde las posiciones que se definen como liberales, no se haya comenzado a tomar nota de lo sucedido. Liberales. Compromiso cívico con la virtud, de José María Lassalle, se sitúa en esta saludable óptica.

Liberales. Compromiso cívico con la virtud

José María Lassalle

Debate. Barcelona, 2010

414 páginas. 20,90 euros

Lassalle no parece haber concebido su trabajo como un ensayo, sino como una monografía. De ahí que haya procedido a una relectura de las fuentes del pensamiento liberal ateniéndose a las exigencias del medio académico y no tanto a urgentes requerimientos de la realidad, que es uno de los estímulos principales para el ensayo. La de Lassalle no es, sin embargo, una relectura sin consecuencias inmediatas. Su interpretación de las fuentes se propone demostrar, frente a la izquierda, que liberalismo y republicanismo no son excluyentes. Y frente a la derecha, que el neoliberalismo no es, contra lo que parece, una recuperación del pensamiento liberal, sino una tergiversación, casi una patología. La deificación del mercado no conduce a catástrofes diferentes de las que provocó la de la historia, porque el problema no radica en la tradicional predilección de la derecha y la izquierda por uno u otro término, sino, precisamente, en su deificación.

El método que sigue Lassalle en su relectura de las fuentes y, en definitiva, en su intento de reponer el sentido originario del pensamiento liberal, parte de la acotación de un país, Inglaterra, y de un periodo, el que media entre los siglos XVI y XVIII, como espacio y tiempo fundacionales. Admite e, incluso, desarrolla la idea de que muchas de las soluciones que el pensamiento liberal ofreció en ese contexto reducido se conocieron con anterioridad, y también que fueron enriquecidas al pasar al continente, en particular a países como Francia.

Pero estas cautelas no desmienten, sino que confirman la visión del pensamiento liberal como un corpus al que se van añadiendo novedades y no como una actitud que busca soluciones políticas desde unos principios básicos, entre los que destaca el respeto irrenunciable a los derechos y libertades individuales. El matiz resulta decisivo: si el pensamiento liberal es un corpus, no una actitud, la única alternativa que ofrece a los países que no participaron en su elaboración es traducirlo o trasplantarlo, tomándolo como un modelo. La paradoja reside en que cuando la lucha política se convierte en una lucha entre modelos, el pensamiento liberal, entendido como fruto de una actitud, se queda sin espacio.

La conclusión que extrae Lassalle de su recorrido por el momento fundacional del liberalismo es que el compromiso cívico con la virtud, según la fórmula que recoge en el título, era el fin al que apuntaban los clásicos, no la deificación del mercado. La observación es valiosa por cuanto identifica para el centroderecha un espacio político propio, distinto del que han ocupado hasta ahora los neoliberales. Pero también presenta alguna dificultad, como es poner mayor acento en la moralización de la vida pública y de sus actores que en la identificación y consolidación de instituciones con suficientes mecanismos de control. Por otra parte, al definir el pensamiento liberal como un compromiso cívico con la virtud, e identificarlo con una concreta opción política, se obliga a caracterizar a las restantes opciones como carentes de ese compromiso. La pretensión de superioridad moral que tantas veces se ha reprochado a la izquierda sólo habría cambiado de bando.

Lassalle habla de la desorientación ideológica que padece la izquierda desde el fracaso de la utopía marxista. Pero es que, en el momento de la caída del muro de Berlín, la izquierda marxista no era ya ni toda la izquierda, ni tampoco la izquierda que había llegado a gobernar en los países democráticos. Que el marxismo formara parte de sus mitos, como también la admiración o, mejor, la condescendencia hacia algunas dictaduras como la cubana, no quiere decir que inspirasen su acción. Para esa izquierda, por lo demás, mayoritaria, la aceptación del pensamiento liberal, entendido como actitud y no como corpus, era un hecho, por más que siga siendo preciso depurarla de algunos mitos. Y, como bien señala Lassalle, quienes desertaron de ese pensamiento fueron los partidarios de la revolución conservadora inspirada por la doctrina neoliberal. Que ahora se alcen voces en el centroderecha que, como la de Lassalle, propongan un retorno al consenso es una gran noticia. Pero siempre y cuando no se haga expulsando a la izquierda.

Imagen tomada en Berlín en noviembre de 1989.
Imagen tomada en Berlín en noviembre de 1989.Luis Magán

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