Vivir mejor con menos energía
La profunda crisis del petróleo de finales de los años setenta del siglo pasado puso de moda aquello de que "Aunque usted pueda, España no puede" ¿Se acuerdan de las campañas de radio y televisión? Lo curioso es que, tras 30 años de política energética hemos llegado de nuevo al mismo punto. Seguimos dependiendo del exterior para abastecernos de energía y, pasado el espejismo de la abundancia y precios relativamente baratos de finales del siglo pasado, nos enfrentamos a escenarios cada vez más verosímiles de escasez y precios elevados de la energía, a los que hay que añadir, los impactos económicos, sociales y ambientales del cambio climático que ya nadie duda tiene su base en el modelo energético basado en los combustible fósiles.
La calidad de vida de las personas depende de un nuevo sistema de producción y utilización
Para enfrentar estas tendencias globales no vale una evolución con pequeños cambios marginales. Se impone un nuevo y ambicioso ciclo de política energética y prepararse para grandes cambios si realmente se quiere configurar una economía baja en carbono en los próximos 30 años. La determinación para un cambio de esta naturaleza lo tenemos que encontrar en el convencimiento de que la competitividad de nuestras empresas y la calidad de vida de las personas dependen de la articulación de un nuevo sistema de producción y utilización de la energía.
Cuatro son a nuestro entender las prioridades de este nuevo sistema. En primer lugar, avanzar en un nuevo modelo de gobernanza cooperativo capaz de alinear los intereses y preocupaciones de los múltiples agentes públicos y privados que inciden en el consumo de energía (modelo industrial, transporte, medio ambiental, la ordenación de los usos del territorio, las inversiones en infraestructuras físicas, incluida la vivienda, modelo fiscal) y que, con toda legitimidad se mueven por intereses muchas veces contradictorios a los objetivos energéticos.
En segundo lugar, la necesidad de bascular las nuevas medidas de política energética hacia la demanda y utilización de la energía como vía para multiplicar la eficiencia e invertir la tendencia creciente del consumo energético, poniendo especial énfasis en aquellos sectores que cómo el transporte y el residencial se comportan peor y experimentan crecimientos del consumo de energía muy por encima de la media. En este apartado, los incentivos y el desarrollo de un sector avanzado y competitivo de empresas de servicios energéticos puede ser la clave para llegar a muchos y diversos agentes para los que el ahorro energético no es el factor determinante de su conducta.
En tercer lugar, la progresiva sustitución de los combustibles fósiles, utilizando el gas como elemento de transición y potenciando al máximo la generación de energía renovable. Para ello, se precisa reservar el petróleo sólo para aquellos usos que no sean fácilmente sustituibles por el gas, abandonando toda utilización energética del mismo, una utilización más intensiva de biocombustibles, pugnando por una legislación que obligue a los distribuidores a mezclarlos con los combustibles derivados del petróleo y la utilización creciente de nuevas tecnologías de movilidad menos intensivas en derivados del petróleo que ya están o pronto estarán perfectamente disponibles en el mercado como los vehículos híbridos, los híbridos enchufables y los eléctricos.
Asimismo, la progresiva sustitución del gas natural a largo plazo pasa por el máximo aprovechamiento de los potenciales energéticos disponibles de fuentes renovables con las tecnologías económicamente rentables en cada momento, la implantación de captura y almacenamiento de carbono en las plantas de generación de electricidad de gas y la articulación de un nuevo modelo de generación/ditribución/consumo de electricidad en base al modelo de redes inteligentes (smart grids) que abrirá nuevas posibilidades de ahorro y eficiencia, así como de alternativas para una nueva ola de tecnologías de energía renovable: minieólica, microcogeneración, solar etc.
En cuarto y último lugar, será necesario aprovechar la transformación global del modelo energético, como vector de desarrollo tecnológico y posicionamiento empresarial. Muchas de las tecnologías necesarias para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo, 50% de reducción de emisiones para el 2050, según el escenario Blue Map de la Agencia Internacional de la Energía, están todavía lejos de ser económicamente rentables, precisan importantes inversiones de I+D hasta 2050 y abren muchas oportunidades de desarrollo tecnológico e industrial en los próximos años. Claramente el CIC Energigune, junto con las capacidades tecnológicas en TRI Tecnalia e Ik4 y la presencia de un tejido empresarial muy consolidado en la cadena de valor de la energía en el País Vasco son los anclajes que tenemos que aprovechar en esta prioridad.
El camino que se abre en el mundo de la energía es extremadamente ilusionante, pronto verá la luz el nuevo plan energético del Gobierno Vasco al que le toca ejercer el liderazgo, marcar los ritmos y establecer los incentivos para que el conjunto de la sociedad avancemos a paso firme en este nuevo mundo en el que viviremos mejor y más felices, consumiendo menos energía y de un modo más eficiente.
Iñaki Barredo es economista y socio de Naider.
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