Nueva capital 'noir'
La incipiente carrera como director de Ben Affleck parece sostenerse, por el momento, en el propósito programático de apoyar la candidatura de Boston como nueva capital noir del neothriller estadounidense: tras adaptar a Dennis Lehane en su prometedor debut Adiós, pequeña, adiós, aquí recurre a una novela de Chuck Hogan -coautor, junto a Guillermo del Toro, de la Trilogía de la Oscuridad- para ahondar en la genética criminal asociada al barrio de Charlestown. Al final de los créditos de The town, se piden disculpas a los habitantes del vecindario y se subraya que lo mostrado responde antes a la imagen (el barrio con más atracadores de banco por metro cuadrado, más o menos) que a la realidad de Charlestown. El rótulo puede reciclarse en preciso comentario crítico: The town no es a Charlestown lo que The wire era a Baltimore. En otras palabras, la nueva película de Ben Affleck no es la disección, la autopsia del cuerpo enfermo de la nueva ciudad noir, sino un ejercicio de género que quiere ser clásico y se queda en casi clásico. Conviene, por tanto, aclarar qué significa ese casi.
En realidad, ese casi tiene doble cara: una luminosa, que se expresa en la buena musculatura estilística de las secuencias de acción -en especial, en ese primer atraco que inaugura la trama-; y otra más bien gris, plasmada en la prolijidad narrativa con que Affleck mueve sus figuras -que no son más que arquetipos condenados a su destino de arquetipo- a través de los cauces, mil veces transitados, del lugar común y de un sentimentalismo que pesa más que mil fardos de cemento. Por lo menos, Pete Postlethwaite y Chris Cooper tienen su respectiva secuencia, pero tanto Rebecca Hall como un Jon Hamm a dos afeitados del glamour aún deben de estar maldiciendo el mal ojo para el casting de su director.
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