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Reportaje:

Un Galiardo déspota y codicioso

- El actor se embarca en una gira de tres años como protagonista de 'El avaro' - Cerca de 2.000 estudiantes asistirán en el Arriga a las sesiones matinales

El actor Juan Luis Galiardo (San Roque, Cádiz, 1940) encarnará durante tres años al viejo Harpagón de El avaro, de Molière. La vida de la función arrancó el pasado mes de abril en Madrid y llegó ayer al Teatro Arriaga, en Bilbao, en busca de dos tipos de público: las sesiones matinales (hasta mañana) están dirigidas a estudiantes de Secundaria; las vespertinas (del 28 al 31 de octubre) buscan a todos los públicos. Cerca de 2.000 adolescentes conocerán desde el patio de butacas el teatro barroco francés, con el apoyo en las aulas de una guía pedagógica que la compañía que encabeza Galiardo ha preparado para facilitarles el acercamiento al mundo de Molière.

Ayer, al término de la primera representación para los estudiantes, Galiardo bromeaba con las dificultades que suponen las funciones matinales. "Por las mañanas los nadadores no baten las marcas", decía. En el Arriaga el actor vuelve a los escenarios después de un parón de tres semanas a causa de una crisis de hipertensión arterial. "He vuelto como un toro; estoy reestrenando mi vida", confesaba en voz bien alta.

El montaje elimina arcaísmos, pero sin renunciar al lenguaje clásico

Galiardo participa además en la producción del espectáculo, en el que intervienen otros 12 actores y también se dejan ver sobre el escenario los técnicos que se ocupan de la escenografía. "Son actores que renuncian a la vida fácil para vincularse por tres años a la compañía, a este trabajo colectivo que es el teatro", destacó el protagonista de El avaro, antes de leer el nombre de todos sus compañeros y el personaje que interpretan.

El avaro no sólo habla del dinero y la codicia. Galiardo explicó que la comedia aborda el despotismo y su capacidad para destruir cualquier organización social, "y la más importante, la familia".

El montaje ha sido dirigido por el argentino Jorge Lavelli sobre una adaptación realizada conjuntamente con José Ramón Fernández, que acorta el original, elimina arcaísmos y acerca el planteamiento al siglo XXI, "sin renunciar al lenguaje clásico", destacó Galiardo.

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Para Fernández no hay oportunismo en la elección de El avaro. "Podría pensarse que Harpagón ha llamado a la puerta de nuestro imaginario traído de la mano por la crisis. No es así. El teatro no busca la actualidad: el teatro busca aquello de eterno que hay en nuestro paso por el mundo. Harpagón nos interesa porque habla de nosotros, estén donde estén los índices de la Bolsa", sentenció. Galiardo coincidió con él: "Todos tenemos un avaro dentro de nosotros". "La obra nos permite reconocernos como animales y como seres racionales y espirituales", apostilló.

Lavelli mantiene la acción en el siglo XVII, pero sin acentuar la historicidad del vestuario. En sus propias palabras es "un vestuario de época sin hojarascas, al servicio del personaje y no de la moda".

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