Vecino nuevo en el Rastro
Un edificio de viviendas protegidas reinterpreta la castiza corrala
El ático es diminuto, pero la terraza es espectacular: unos 25 metros cuadrados en pleno Rastro. Se ve hasta el Cerro de los Ángeles. Cuando ropavejeros, mataderos y curtidurías se establecieron en esta zona de Madrid por el siglo XV, se la bautizó el Rastro por el reguero de sangre que dejaban las reses y porque el término significaba "las afueras". Cinco siglos después no hay nada más céntrico y más castizo. Lo mejor de este piso de 29 metros en la plaza del General Vara del Rey, donde los domingos se colocan los anticuarios, es el precio: entre 200 y 300 euros al mes (garaje y trastero incluido). Entre la mitad y un tercio de lo que cuesta nada parecido por los alrededores. ¿La razón? El bloque es una de las viviendas protegidas del Ayuntamiento en régimen de alquiler con opción a compra para menores de 35 años.
Se ha hablado mucho de la vanguardia arquitectónica de algunas VPO de las afueras actuales, pero en el centro la experimentación es más complicada. "En los PAU, donde corren los conejos, todo es más sencillo", opina Juan José de Gracia, coordinador general de Vivienda del Ayuntamiento. "Aun así, también en el casco antiguo intentamos seleccionar proyectos que tengan cierto carácter innovador respetando la idiosincrasia". Cita como ejemplos las promociones de Margaritas, 12 (con varios premios por su eficiencia energética); Lope de Vega, 10 (con el primer aparcamiento robotizado municipal), o Provisiones, 14 (que reformó una corrala, grafiti incluido).
Arquitectónicamente, la plaza de Vara del Rey parece uno de los puestos que la ocupan los domingos: un batiburrillo de edificios de diferentes siglos y estilos. "Todos los nuevos se han cargado la tipología tradicional de la zona", explican Luis Díaz-Mauriño, Mónica Alberola y Consuelo Martorell, los arquitectos que ganaron el concurso de la EMV para el número 12 de la plaza, donde había un feo aparcamiento de los setenta. "Nuestro objetivo era recuperar los elementos de la memoria y reinterpretarlos; no es algo científico sino emocional", dicen. Tras la fachada "que parece contemporánea" hay en realidad una suma de ingredientes castizos: la corrala, los florones, los fraileros (contraventanas que en este caso no son de lamas de madera, sino de abstractas tiras metálicas). Los minipisos tienen incluso fresqueras que dan a los balcones corridos interiores.
Es un casticismo nuevo, de hormigón y acero, de grandes globos de luz y líneas limpias, sin fruslerías (el ajustado presupuesto obliga) y con usos flexibles. El edificio también pretende recuperar el espíritu vecinal del barrio. "Nos interesan los espacios intermedios, entre lo público y lo privado", explican los arquitectos. "Son casas muy pequeñas, por eso intentamos darles algo más". En los patios y galerías comunes hay sitio de sobra para que los niños jueguen, para poner macetas, aparcar las bicis, tender la ropa... "¿Una mesa de pimpón, una pantalla de cine?", sueñan los arquitectos. Queda ver si el Ayuntamiento y los jóvenes que vivirán aquí fomentarán y aprovecharán respectivamente tanto espacio intermedio. "Esto no es Berlín, pero confiamos en que la homogeneidad de los inquilinos ayude a que tengan una vida en común", dicen los arquitectos. "En Berlín el alquiler es del 57%, en Madrid solo del 19%", apunta el coordinador de la EMV, "no tenemos esa cultura, pero poco a poco intentamos instaurar modelos de convivencia con muchos espacios comunes aunque a veces sean difíciles de gestionar". Por ejemplo, colocando lavanderías en los pisos de alquiler rotacional (donde solo se puede estar cinco años).
Mientras el edificio vacío del Rastro promete llenarse de vibrante vida a la berlinesa, en los foros de nuevos vecinos los futuros inquilinos se quejan del tamaño de los pisos (entre 30 y 50 metros cuadrados). En un pósit titulado "¿dónde está el dormitorio?", una de las personas a las que se ha adjudicado un piso en la plaza se pregunta si encontrará la habitación en el amplio patio. "Los espacios comunes no han restado metros a las casas, al contrario, son una forma de ampliarlas", argumentan los arquitectos, que se plegaron a los estándares de la vivienda protegida. Aunque hubiesen querido o se hubiesen gastado más no habrían podido hacer casas más grandes. Si el solar hubiese sido privado, el promotor habría hecho, con los mismos metros, menos pisos de más tamaño.
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