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Pobreza, hambre y cifras

El pasado domingo tuvo lugar, como cada año, el Día Internacional contra la Pobreza, instituido por la ONU. Casualmente, la reciente sesión de su asamblea general ha servido para constatar un gran fracaso. Hace ya 10 años se aprobaron los "objetivos del milenio" y se incluyó el de reducir, para el año 2015, la parte de población de la humanidad que sufre problemas de hambre desde el 14% al 7% (en cifras absolutas aproximadas, de 1.000 a 500 millones de personas). El balance actual no podía ser más pobre, pues en el año 2010 siguen siendo más de 950 millones las personas con problemas de nutrición y ocho millones los niños de menos de cinco años que mueren cada año, en gran parte como consecuencia de la desnutrición.

Si los países ricos cumplieran el compromiso del 0,7%, se saldaría ya una parte de la desigualdad mundial

Se ha insistido mucho en que la crisis económica ha sido una de las causas de este fracaso ya que hasta 2007 iba disminuyendo el índice de pobreza ("personas que viven con menos de un dólar por día"), pero en estos tres años casi 300 millones han vuelto a incrementar este índice. Se está discutiendo mucho si la crisis es una justificación aceptable del fracaso o más bien se trata de una excusa. Yo pienso que es una excusa de gran frivolidad.

Para quien quiera hacerse una opinión propia, me gustaría aportar algunas cifras, basadas en una simulación. Aceptando la definición de pobreza de la ONU, aunque habría mucho que discutir, rescatar en cinco años a 500 millones de personas (100 cada año) en tal estado supondría aportar un dólar por día a sus disponibilidades. Esto significaría una transferencia de rentas de los países ricos a los pobres de 36.000 millones el primer año, 72.000 el segundo y así hasta 180.000 el quinto. En total, 540.000 millones en cinco años.

¿Son estas unas cifras desorbitadas y por tanto impensables para resolver el problema? Creo que no lo son, ni tan solo en tiempo de crisis. Hagamos unas comparaciones, para tener puntos de referencia. El PIB mundial ha oscilado estos últimos años alrededor de los 60 billones de dólares (como referencia, el español es algo inferior al billón y medio). Esto significa que los 36.000 millones necesarios el primer año son menos del uno por mil del PIB mundial, los 180.000 del quinto año son el tres por mil y el total de los 540.000 millones necesarios durante el quinquenio son menos del dos por mil del PIB acumulado en los cinco años. No parece a primera vista que tenga que ser un gran problema, para los 2.000 o 3.000 millones de personas que acaparamos el PIB mundial, desprendernos de 20 céntimos de euro por cada 100 euros que ingresamos...

La propuesta que, en nombre de Francia y España, han efectuado en la Asamblea de la ONU Sarkozy y Rodríguez Zapatero, y que hace unos meses el Partido Socialista Europeo planteó en el Parlamento de Estrasburgo, sería una vía adecuada para obtener tales cantidades. Se trata de instituir una tasa sobre las transacciones financieras internacionales del 0,05% de su valor. Esta tasa, además de posibilitar un control de las operaciones y desincentivar los movimientos especulativos a corto plazo, supondría una recaudación calculada en unos 40.000 millones de dólares al año.

Para terminar, quiero añadir tres reflexiones. La primera es que el sector financiero argumenta que es una carga para ellos y por tanto se opone. Solo quisiera recordar que durante la crisis los gobiernos ya se han gastado, para salvarlo de la quiebra, dinero público (es decir, de todos) por más de tres billones de dólares, que supone cinco veces el dinero necesario durante todo el quinquenio para el plan del que estamos hablando.

La segunda reflexión es más delicada: ¿cómo se puede garantizar que el dinero que se transfiera a los países necesitados llegue a sus destinatarios y no sea utilizado por los Gobiernos para otras finalidades o acaparado por mafias y finalmente destinado a rellenar cuentas en bancos de Suiza o de otro paraíso fiscal? Creo que a través de la ONU o tal vez del G-20 deberían ponerse en marcha, con contundencia, las acciones que evitaran estos delitos, porque esto sí es un problema que justifica parte de la parálisis.

En tercer lugar, y mientras esto se discute, si los países ricos cumplieran el vigente compromiso de destinar el 0,7% de los presupuestos, tal como pide la ONU, se cubrirían ya una parte importante de estas necesidades. Pero, en unos casos más que en otros, queda en palabras...

Joan Majó es ingeniero y ex ministro.

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