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REDES | CiberP@ís

BlackBerry, nuevo caso de censura

Varios países exigen a las operadoras tener acceso a los mensajes

Esta semana, la empresa fabricante de BlackBerry ha llegado a un acuerdo con Emiratos Árabes Unidos para poder operar en aquel país, acatando sus normas de control interno de las comunicaciones. Pronto deberá decidir si hace lo mismo en India, Arabia Saudí, Líbano e Indonesia. Entra así en una dinámica en la que ya se han visto atrapadas previamente otras grandes empresas de la Red como Google o Microsoft: acatar los dictados de vigilancia o censura de un Gobierno para poder hacer negocios en un mercado emergente.

La primera empresa en colaborar con un Gobierno extranjero fue Yahoo!, que en 2004 delató al periodista chino Shi Tao, ofreciendo detalles sobre cómo envió información sobre la censura estatal de Pekín a una organización humanitaria de Nueva York. Tao acabó en la cárcel, lo que indirectamente llevó a Yahoo! a vender su filial china a una empresa local, tras una serie de comisiones de investigación del Congreso de EE UU.

Las empresas se someten a las autoridades para mantener el negocio

Google también colaboró con el régimen chino durante cuatro años. Aceptó censurar en su buscador términos como "democracia" o "dictadura", hasta que a principios de este año decidió abandonar ese filtrado y redirigir el tráfico de su portal a un nuevo motor de búsqueda radicado en Hong Kong. Lo mismo han hecho MySpace, AOL y Skype, que filtran sus comunicaciones de mensajería instantánea.

Facebook ha tenido problemas en diversos países, cuyos Gobiernos le exigen que prohíba grupos creados por disidentes. Ha sucedido en Bangladesh y en Vietnam. El año pasado, la empresa llegó a pedir colaboración al Departamento de Estado para evitar un bloqueo selectivo en Vietnam, donde tiene más de un millón de usuarios.

Las autoridades de EAU argumentan que el anonimato que favorecen las BlackBerry es beneficioso para criminales y terroristas. Research In Motion (RIM), su fabricante, ofrece su propio servicio de correos corporativos, que funciona con un sistema de cifrado ultrasecreto al que ni siquiera la empresa fabricante tiene acceso.

Cuando el presidente de EE UU, Barack Obama, decidió ser el primero en usar correo electrónico, pidió al servicio secreto tener un teléfono inteligente. A pesar de ciertas reticencias iniciales en la Casa Blanca, le permitieron hacerlo si usaba el servidor de BlackBerry. Ahora dispone de dos teléfonos de esa marca. Eso da una idea de lo efectivo que es ese servicio en el cifrado de las comunicaciones.

Los teléfonos codifican los mensajes y estos pasan a través de los servidores de RÍA, radicados principalmente en EE UU y en Canadá. La única opción que tiene la empresa para permitir a los Gobiernos como el de EUA o India un acceso indiscriminado a los mensajes es construir servidores dentro de su territorio nacional y permitir que las agencias de espionaje accedan a ellos.

"Las autoridades tendrían acceso a los correos, pero eso no significa que pudieran, de hecho, leerlos, ya que están codificados en sus propias redes", explica Josu Gruenspecht, analista del Centro para la Democracia y la Tecnología de Washington. "Es posible también que la decisión del Gobierno de EUA sea simplemente económica, que se haya dado cuenta de que, en realidad, para las empresas extranjeras que operan allí no tener BlackBerry sería un punto negativo". El tener un servidor en su país sí que les permitiría a esos Gobiernos, sin embargo, interceptar las comunicaciones, aunque no tuvieran forma de descifrarlas. Podrían, de ese modo, secuestrar correos entrantes o salientes.

El 31 de agosto, RÍA ya aceptó "asumir ciertas modificaciones tecnológicas" en India. En la planificación de los atentados contra Bomba de 2008, diversos terroristas utilizaron teléfonos BlackBerry. El Gobierno le ha dado a RIM hasta el próximo mes de noviembre para abrir sus servidores, cueste lo que cueste.

Un hombre lee un mensaje en su teléfono BlackBerry en Riyadh, Arabia Saudí.
Un hombre lee un mensaje en su teléfono BlackBerry en Riyadh, Arabia Saudí.EFE

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