_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Malditos jóvenes

Manuel Rivas

Uno de los lugares comunes del pensamiento huevón era ese de que los jóvenes, en su mayoría, estaban cada vez peor preparados, que no daban un palo al agua, que se deslizaban hacia el grado cero de cultura, que llegaban a la universidad sin saber hacer la o con un canuto, que solo eran capaces de movilizarse para el botellón, que la educación se había degradado hasta límites bochornosos por culpa de estupefacientes políticas progresistas, que en las aulas campaba la insolencia, la banalidad y la apatía, con los chavales ocupados en hacer monadas. Etcétera. El sector educativo, y más el público, ha sido vilipendiado, escarnecido, machacado. El payaso de las bofetadas. Lo han estigmatizado como una lacra que no estaba a la altura del gran despegue protagonizado por emprendedores que habían volado por su cuenta, con excelencia al parecer innata, por encima de la tropa de patizambos que sesteaba en el zoológico nacional. Todo esto para consumo de una sociedad envanecida, concentrada en el ombligo monetario. La autosatisfacción de un pensamiento cascarrabias, que se regodeaba en el menosprecio al trabajo docente y en la caricatura de una juventud pánfila, y que tendría por único resplandor utópico la pantalla de la PlayStation. Esa construcción óptica no solo era falsa sino interesada. El paisaje de cartón piedra de la España juvenil abotargada se desmorona cuando informes reveladores, como la serie (Pre)parados, que está publicando este diario, nos muestran a una juventud que se rompe la cabeza contra el muro de una sociedad cerrada, hostil, mezquina, clasista, que usa con cinismo el volumen del paro para explotar a la gente joven y de paso corroer lo que queda de bien común. Si alguien quiere la metáfora, ahí la tiene en esos jóvenes con una o dos carreras universitarias y expediente brillante que deben ocultar su historial para poder aspirar a un contrato precario en cualquier intemperie donde se desuella la esperanza.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_