La voz de la selva del Amazonas
Marina Silva (Río Branco, Acre, 1958) tiene a sus 52 años razones de sobra para sentirse orgullosa de su biografía. En un país donde la política sigue siendo un coto reservado a los hombres, esta mujer de raza negra, evangélica de confesión y pacifista de vocación, no deja de sorprender a los brasileños con sus permanentes andanadas contra lo que considera un modelo de Estado cada vez más deshumanizado e insensible ante la causa medioambiental que ella defiende desde las trincheras del Partido Verde (PV).
Fue una de las personas más allegadas y fieles al presidente Lula, aunque llegado el momento también supo cantarle las verdades del barquero. Leal a sus principios, Silva dimitió en 2008 como ministra de Medio Ambiente argumentando que el proyecto político de ex sindicalista se había desvirtuado hasta lo indigerible. Sus desavenencias con Dilma Rousseff, entonces número dos del Ejecutivo, se hicieron públicas y aceleraron su salida.
Silva entendió entonces que había llegado la hora de cuestionar el modelo de Lula y de movilizarse ante lo que aseguraba ser un retroceso en la política medioambiental llevada a cabo con éxito en sus cinco años al frente del ministerio. "Mi salida se produjo exactamente para que no hubiese ningún tipo de retroceso, lo que de hecho sucedió", explicó en su día.
En agosto del año pasado decidió abandonar las filas del Partido de los Trabajadores (PT) para liderar el PV en las presidenciales. El domingo por la noche, nada más conocerse que casi 20 millones de brasileños le habían confiado su voto, Silva apareció radiante ante los afiliados de su partido para compartir con ellos un sueño que hace meses parecía inalcanzable: el de emprender la campaña con un 8% de intención de voto y terminar dando el campanazo con casi un 20%. Su formación política nunca había obtenido un resultado semejante.
Nacida en el seno de una humilde familia de seringueiros (recolectores de caucho), presenció cómo las excavadoras del mundo civilizado pasaban ante la puerta de su casa familiar, en la entonces aislada y silenciosa comunidad selvática de Bagaço, para continuar con el trazado de una carretera que conectaría el interior del Amazonas con el resto del país.
El objetivo de aquella faraónica obra era llevar las excelencias del desarrollo económico hasta las comunidades más remotas de la selva, pero en la práctica el resultado más inmediato fue que parte de la familia de Silva (dos hermanas menores, un tío y un primo) murieron en una epidemia de malaria.
Esta dramática experiencia la marcó para siempre. La vida de Marina Silva nunca fue coser y cantar. De niña trabajó en la siembra de tierras junto a sus hermanos y en la recolección manual de caucho. Cazaba y pescaba en la selva. Conoce los secretos de la tierra y las propiedades curativas de la vegetación amazónica.
A los 14 años aprendió las cuatro reglas elementales de matemáticas y solo pudo leer y escribir a los 16. Fue entonces cuando se vinculó a los movimientos ecologistas para la protección de Amazonas, a los que siempre ha permanecido ligada.
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