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Reportaje:

La fabeira emprendedora

Teresa Recalde fue la primera en envasar las fabas de Lourenzá hace 17 años

No son tan diferentes al resto de Phaseolus Vulgaris, fabas, que se cultivan en Galicia, pero en los últimos años su fama no ha hecho más que crecer. La historia de la faba de Lourenzá, que este fin de semana celebra su vigésima fiesta de exaltación en Vilanova, es la de un cultivo que de auxiliar -la hoy reputada leguminosa se asoció tradicionalmente a las plantaciones de maíz- ha pasado a convertirse en una alternativa económica para la supervivencia de muchas familias de la comarca de A Mariña. El éxito tiene dos nombres: el de Teresa Recalde, la primera fabeira en envasar el producto hace ahora 17 años, y el de Miguel Ángel Pueyo, un técnico agrícola que, llamado por el Ayuntamiento de Lourenzá en 1990, animó a los agricultores a sacar provecho de una actividad que hasta aquel entonces no era más que una fuente secundaria de ingresos, muy por detrás de las explotaciones lácteas.

El cultivo de la legumbre sustituyó a las explotaciones lecheras de la zona
La afamada faba asturiana se hace, en realidad, con producto gallego

"Compramos una máquina de envasar antigua y con ella seguimos", cuenta Recalde desde el puesto que ha abierto en el Cantón de Vilanova con ocasión de la XX Festa da Faba, que celebra hoy su última jornada en el muncipio de A Mariña luguesa. La máquina con la que empezó la historia reciente del producto estrella de la tierra de Lourenzá la instaló Recalde en su propia casa, en la parroquia de Santo Tomé, y la marca que entonces inauguró es una de las que en esta edición estrenan la Indicación Xeográfica Protegida (IXP), etiqueta concedida por Bruselas para garantizar la trazabilidad del producto -es decir, la información al consumidor sobre el origen y el proceso del material.

"Este es el futuro", asegura orgullosa la fabeira, que hoy se dedica exclusivamente al cultivo y venta de la leguminosa. Como ella, otros vecinos de la zona decidieron abandonar el oficio de sus padres -la cría de vacas lecheras- y encomendarse a la faba. Aunque su cultivo había aumentado desde los años setenta, fue dos décadas más tarde, ya en los noventa, cuando los ganaderos, acorralados por la imposición de cuotas a la producción de leche, se centraron en el negocio de las fabas. Las mujeres fueron las que dirigieron el cambio. Por eso la mayoría de las marcas de fabas de Lourenzá tiene firma de mujer, como Maruxa o Teresa, por ejemplo. Y el Consello Regulador da Faba tiene presidenta, Gema Iglesias, hija de Teresa y continuadora de una actividad que, como otras del rural, no goza de mucha predicación entre los jóvenes.

La dedicación exclusiva no era suficiente para lograr la rentabilidad del negocio. Los fabeiros debían profesionalizarse. Ese fue el consejo que les dio Miguel Ángel Pueyo, técnico del Instituto de Investigaciones Agrarias de Villaviciosa (Asturias), que acudió a la llamada de Fe Rodríguez, entonces alcaldesa de Vilanova de Lourenzá, para que enseñase a los agricultores nuevas técnicas de tutorado de la planta, que hasta entonces se aprovechaba del tronco del maíz para mantenerse erguida. Como homenaje, fue Pueyo el que ayer pronunció el pregón de la fiesta, que también contó para su inauguración con la presencia de Samuel Juárez, conselleiro de Medio Rural.

"Las fabas gallegas y asturianas están destinadas a caminar juntas", profetizó Pueyo. La rivalidad entre los productores de judías de un lado y otro del Eo es notoria, aunque en la práctica las fronteras queden desdibujadas. Las condiciones climatológicas de A Mariña -lluvia abundante y temperaturas suaves y, en el caso de los municipios interiores, vientos menos fuertes por la protección de las montañas cercanas a la costa- obran el milagro. "En la parte occidental de Asturias, en una extensión parecida a A Mariña, se dan exactamente las mismas condiciones de clima y suelo", explica Pueyo. Pero los asturianos cultivan menos. La mayoría de los compradores que acuden al mercado de fabas que cada domingo -de septiembre a enero- se celebra en Vilanova desde el siglo XVIII proceden del Principado: la afamada fabada asturiana se hace en realidad con producto gallego. "De no ser por los asturianos, no podríamos cosechar", asegura Recalde. "Ellos labran poco, por eso vienen a comprar aquí", argumenta.

Pese al éxito, el negocio -de carácter familiar, como el de todos los fabeiros de la zona- no ha cambiado mucho con el paso de los años. Sigue siendo una actividad esclava, laboriosa y sujeta a las inclemencias del tiempo. Este año, las inundaciones de junio dejaron algunas parcelas recién sembradas prácticamente inservibles, así que la producción será algo menor que en otras temporadas. Con el otoño empieza lo más duro. "Todo lo hacemos a mano, plantar, recoger, colgar y secar las vainas y luego seleccionar y congelar las fabas. Tenemos trabajo para casi todo el año", describe Teresa Recalde. Las fabas se congelan "para que no cojan bichos" y luego se venden a granel o se envasan. Si llevan la etiqueta de Fabas de Lourenza, serán siempre envasadas, y también más caras (el kilo no baja de los 11 euros). Es un requisito del Consello Regulador para hacer más difícil la trampa.

La productora de fabas Teresa Recalde, ayer en su puesto de A Festa da Faba, en Vilanova de Lourenzá.
La productora de fabas Teresa Recalde, ayer en su puesto de A Festa da Faba, en Vilanova de Lourenzá.ANXO IGLESIAS

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