Pincha el 'disc jockey' de La Línea
Las campañas de un alcalde del PP aumentan la tensión en la frontera con Gibraltar
La duración de las colas de vehículos en la verja es el mejor termómetro de las relaciones entre España y Gibraltar". Sentado en la cafetería Modelo, en la calle Real de La Línea de la Concepción (Cádiz), Juan José Uceda, de 60 años, recuerda que cuando algún equipo de fútbol inglés vencía a uno español, o cuando los llanitos celebraban su fiesta nacional, las caravanas de coches en la frontera crecían de forma misteriosa, siempre por el lado español. Y que la situación se volvía insoportable cuando la colonia británica y el Gobierno español mantenían algún tipo de tensión diplomática. "A veces los guardias civiles recibían órdenes desde arriba -al menos eso nos decían- y nos tirábamos hasta 12 horas esperando", rememora.
La iniciativa se ve como un intento del regidor de "hacerse valer en Madrid" y conseguir ayuda financiera
Uceda, portavoz de la Asociación Sociocultural de Trabajadores Españoles en Gibraltar (Ascteg), fundada en 1986, ha sido uno de los artífices del clima de relativa buena vecindad que impera hoy en día entre La Línea y Gibraltar, dos ciudades que se necesitan por lo menos tanto como se vigilan. La frágil relación de confianza entre ambos núcleos se ha enfriado este verano varios grados con la iniciativa del alcalde linense, Alejandro Sánchez (PP), de instaurar un peaje de cinco euros para los vehículos de no residentes que quieran entrar en la colonia.
De momento, los jueces, a instancia de la Abogacía del Estado, han dejado en suspenso esta iniciativa, coreada con entusiasmo por los dirigentes andaluces del PP y criticada con dureza por el resto de fuerzas políticas y sociales. "El alcalde no ha medido las consecuencias. Con Gibraltar, se tarda medio segundo en abrir una herida, pero puedes tardar años en cerrarla", advierte Gemma Araujo, secretaria local del PSOE. Por su parte, Uceda, que representa a los cerca de 4.000 trabajadores españoles registrados oficialmente en Gibraltar, constata que el ambiente laboral se ha enrarecido y teme que la decisión municipal ponga en peligro la creación de empresas con capital mixto. En 2007 (último año del que se disponen datos), los trabajadores fronterizos españoles recibieron unos ingresos de 43 millones de libras esterlinas (51,4 millones de euros), según la Cámara de Comercio de Gibraltar.
Todos los consultados a ambos lados de la verja interpretan la idea del peaje como una "cortina de humo" del alcalde para desviar la atención de la mala situación de la hacienda linense. El Ayuntamiento, paradigma de la gestión manirrota del antiguo Grupo Independiente Liberal (GIL), adeuda 129 millones de euros y sus más de 900 trabajadores no cobraron la nómina de agosto hasta el 14 de septiembre.
El alcalde, Alejandro Sánchez, justificó en su día la "tasa de congestión" como una forma de "compensar" a La Línea por los más de tres millones de vehículos que cada año pasan por la ciudad con destino a Gibraltar. También dijo que el canon busca "una base económica autosuficiente e independiente", una vez fracasado el ensueño gilista de convertir al núcleo fronterizo en un Sotogrande chico, un polo turístico de playa y golf. Si Algeciras tiene el mayor puerto de España, San Roque, las refinerías, y Los Barrios, los polígonos, Sánchez pretende hacer de la verja la fábrica de La Línea.
El regidor ha mantenido varios pulsos con el Gobierno este verano. A principios de agosto ordenó a la Policía Local que montara un "control de documentación" en la carretera de acceso a la colonia, lo que generó largas caravanas. El 12 de agosto, Sánchez ignoró la prohibición del Ministerio de Fomento e inició la construcción de un bordillo en la vía de entrada al Peñón, propiedad del Estado, para obligar a los vehículos a entrar en Gibraltar a través de una avenida de titularidad municipal, donde pretendía cobrar el peaje.
A principios de septiembre, llegó la guerra de las señales. Fomento instaló dos señales de stop para dar prioridad de paso a los vehículos que salían de la aduana hacia España y Sánchez respondió colocando dos discos que prohibían girar a la derecha y obligaban a los camiones a circular por el carril destinado a turismos y peatones. El resultado fue un atasco monumental. El 10 de septiembre, antes de que Fomento y el Ayuntamiento tuvieran que verse las caras en el juzgado, el alcalde Sánchez accedió a quitar sus señales de prohibido girar. Tanto trasiego de discos le ha valido al regidor el apodo de El Disc Jockey.
Todavía el día anterior a esa decisión, en un discurso en la televisión municipal, precedido por la cortinilla: "La Línea también es España", Alejandro Sánchez insistía: "Les guste o no, voy a poner en marcha la tasa (...), aunque me deje la vida en ello". Finalmente, el pasado miércoles, el ministro de Fomento, José Blanco, dio "garantías" de que el Gobierno no tolerará el peaje. Sánchez respondió que el ministro "no sabe dónde está de pie".
Sánchez llegó a la alcaldía hace un año tras la inhabilitación de Juan Carlos Juárez, ex gilista reconvertido en popular. Juárez, que gobernó desde 1999, es el principal responsable de la situación del municipio. Durante su mandato, cientos de trabajadores y cargos fueron nombrados a dedo, y se fijó un suelo mínimo de 3.500 euros al mes a todos los ediles del equipo de Gobierno.
Su relevo por Sánchez fue saludado por todos los grupos como una bocanada de aire fresco. Licenciado en Ciencias Políticas, tenía fama de persona moderada y sensata. Linense "de toda la vida" y con un abuelo que trabajó en Gibraltar, uno de sus primeros actos -además de anunciar un reajuste de la plantilla municipal no consumado- fue reunirse con el ministro principal de la colonia, Peter Caruana. Por todo ello, su actitud posterior resulta aún más chocante.
Tito Vallejo Smith, historiador llanito que recuerda haber llevado a Sánchez de niño de excursión por los túneles del Peñón, cree que el peaje "es un acto de reafirmación del alcalde para darse a conocer en Madrid". El Gobierno gibraltareño ha optado por mantener un perfil bajo en esta crisis, que considera "un asunto puramente interno español". Salomón Seruya, empresario y ex ministro de Turismo y Economía de Gibraltar, cree que es un "tema delicado" y considera que todo el problema radica en que "el nuevo alcalde se ha encontrado con una situación desesperada en las finanzas municipales". Hasta ahora, la respuesta popular de Gibraltar se ha limitado a la impresión de billetes falsos de cinco euros con la cara del alcalde linense, un par de canciones satíricas en YouTube, y a un movimiento, por fortuna muy minoritario, que pide a los llanitos que no dejen "ni un penique" en territorio español. El termómetro de Uceda parece más fiable: los coches circulan con fluidez por la verja de Gibraltar.
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