Psicologismo con lenguaje de arte y ensayo
Como las muy modernas distribuidoras han decidido mayoritariamente que ya no aparezcan en tu taquilla aquellas cositas tan informativas, documentadas y necesarias que se imprimían en papel y se llamaban pressbooks y a cambio te proporcionan unos CD que se ven en el ordenador o remiten la ficha de sus películas a que se consulte en Internet, en la seguridad de que se ahorran una pasta en papel y de que hasta el más tonto ya está familiarizado con la informática, no tengo forma de saber si la película catalana Elisa K, codirigida por Judith Colell y Jordi Cadena, es la adaptación de una novela, pero la voz en off de un narrador que nos va contando minuciosamente, con afanes psicologistas y líricos la geografía interior y exterior, ambiental y familiar, en la que se movía una niña atrozmente marcada por una violación, me hace pensar que ese texto tiene raíces literarias. Pero ante todo, los creadores están sumamente preocupados por la estética que debe acompañar a la evolución de ese tormento. En blanco y negro durante la infancia y la adolescencia de la cría y en color cuando ya es adulta. Imagino que tendrán sus razones, pero no las capto. De cualquier forma, esas imágenes tan cuidadas y detallistas recreando sensaciones, estados de ánimo y recuerdos, esa estética y esa narrativa tan empeñadas en ser originales, me remiten a algo ya visto, al olor de cierto cine francés, a la ilustración visual del texto de Gabriel Miró que hacía Marc Recha en El cielo sube.
Y espero pacientemente a ver en qué deriva tanta pretensión artística relatando la tragedia de esta mujer. Pero siento que su osadía y su desprecio por la lógica son ilimitadas al pretender que creamos que la violación de una a cargo de un amigo del padre se puede producir en el momento en que el padre se queda adormilado en el sofá y el hermano mayor de la violada se ha alejado cuatro metros para sentarse en un columpio que hay en la terraza. Por mucho sigilo y habilidad que poseyera el hijoputa del violador es imposible que logre su propósito rodeado por la familia de su víctima. Si el guión se permite esas incongruencias, empiezas por no creerte nada en el origen de la trama, es difícil que renazca la fascinación. Sabiendo la estupefacción que padece esa criatura que se ha impuesto borrar de su memoria y ocultar a los demás esa violación porque convivir con ello sería insoportable, siendo lógicamente sensible ante una temática tan salvaje, los directores no logran contagiarme ni una gota de tensión y de implicación emocional al describirme esa existencia torturada. No es una película desdeñable, pero hay algo impostado en ella, está tan convencida de su arte que se olvida de convencer y seducir al espectador.
A casa por Navidad, dirigida por Bent Hamer, tiene claro que un arranque fuerte nunca viene mal para enganchar al mirón. Aquí vemos cómo un francotirador enmascarado se carga fríamente a una niña. Hasta el final no sabremos que relación existe entre esta barbaridad y las historias paralelas, entre sombrías y poéticas, que ocurren en una ciudad noruega durante la Nochebuena. Todo parece amateur en el tan bienintencionado como arbitrario guión, en su chapucero desarrollo en imágenes, en actores y actrices patéticamente limitados. Tienes la impresión de que son varios cortometrajes pegados caprichosamente y con torpeza en busca de una coherencia imposible.
Babelia
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