El tobillo de Messi
La fotografía produce el mismo escalofrío clínico que una operación quirúrgica: el tobillo de Leonel Messi, la estrella del Barcelona, se dobla en un ángulo imposible, descoyuntado contra el suelo por el pisotón de Ujfalusi, el defensa del Atlético de Madrid. La imagen forma parte de ese repertorio de horrores con piernas rotas colgando de un hilo y tobillos destrozados tan propio de la siniestralidad futbolística. Pero la foto del tobillo de Messi viene con una trastienda virtual. El entrenador del Real Madrid, José Mourinho, viene pidiendo protección para los tobillos de Cristiano Ronaldo y la prensa deportiva de Madrid, que guarda páginas de respeto para el jugador portugués, deleitaba a sus lectores día sí, día no, con prolijos gráficos de su tobillo castigado. En cuanto circuló la foto del Messi herido, los centenares de exégetas que parasitan el mercado del fútbol se dividieron en dos bandos: los que pedían "protección para todos los futbolistas" y los que pedían respeto para Messi porque "eleva el fútbol a otra dimensión".
El debate público sobre la caza de los futbolistas resulta estéril porque la solución no hay que buscarla solo en el arbitraje (un árbitro no puede precalificar una acción), sino en la ética de futbolistas y entrenadores. Los futbolistas saben causar daño en un campo de fútbol; los clubes y entrenadores -las instancias que tienen influencia sobre ellos- deben esmerarse en reprimir la irritación de sus jugadores cuando se pierde y castigar la violencia. Pero hoy hacen lo contrario; toleran sus arranques de furia y premian sus acciones antideportivas con palmaditas en la espalda (caso de Pepe contra el Getafe). Y los entrenadores tendrían que retirar de sus pobres vocabularios la expresión "hay que parar como sea" al crack contrario.
Hay un chafarrinón de idealismo trivial en eso de que "los árbitros deben proteger a todos los futbolistas". Si el dañado no fuera Messi, la entrada punible de Ujfalusi apenas existiría. En la historia de la infamia futbolística figura la entrada de Goikoetxea a Maradona. Pero nadie recuerda ya que César Jiménez, un modesto jugador del Zaragoza, tuvo que retirarse del fútbol después de una entrada asilvestrada de la estrella madridista Figo. Competición ni siquiera sancionó al galáctico.
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