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Columna
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Apretar los dientes

Abro el periódico por la mañana -el diario físico, no la versión de Internet; me he dado cuenta de que si miro la edición on line antes de bajar a desayunar me he fastidiado el café, porque ya he visto todas las noticias en el ordenador- y me encuentro con un reportaje sobre el inicio del Festival de Cine de San Sebastián. Observo una fotografía melancólica y un titular desolador. La estampa es la de un día lluvioso en Donosti en la que vemos la puerta del hotel María Cristina, donde se están realizando los últimos preparativos para la inauguración del certamen. Y el titular reza: "San Sebastián capea el temporal". Más cercano a una crónica sobre los efectos devastadores del huracán Katrina que a la presentación de un festival de cine, el artículo hace un repaso de las penas por las que atraviesa el Zinemaldi.

No creo que el análisis de los periodistas sea exagerado, sino más bien realista, lamentablemente cierto. Como decía Chiquito de la Calzada, "la cosa está muy mal". Y los males que afectan al festival no son nuevos, sino que se arrastran desde hace muchos años. Haciendo un pequeño resumen: ir a la cola en fechas, dando la impresión de que se alimenta de las sobras de Cannes, Berlín o Venecia; la coincidencia temporal con otros festivales emergentes, con Toronto creciendo y creciendo, y la continua rebaja en el presupuesto del certamen -la crisis es la perfecta excusa que tienen las instituciones para guardarse la cartera-.

Visto el inquietante panorama la pregunta sería qué hacer para solucionar el asunto. Hay propuestas como la de convertirlo en un festival especializado en el cine latino, entendido como una muestra del cine que se hace en España, Francia, Italia o Hispanoamérica. El objetivo sería diferenciarse de los festivales más grandes y encontrar así un hueco. Sin embargo, a mí me parece que un giro de estas características convertiría al Zinemaldi en una especie de Juegos Olímpicos del Mediterráneo, esa clase de eventos que existen, no despiertan mucho interés y son tomados como una anécdota folclórica. Aspirar a ser "la OTI del cine" no suena demasiado bien, la verdad.

Por eso, creo que lo mejor es apretar los dientes y aguantar. A pesar de que la asfixia presupuestaria es brutal y los malabarismos financieros adquieren proporciones épicas, el festival ha pasado por épocas peores que la actual. El punto más bajo, a mi entender, se produjo cuando Muerte entre las flores, de los hermanos Coen, se fue sin premio de la Sección Oficial, pero eso ya es una cuestión más estética que logística y no tiene nada que ver con lo que estamos hablando. Al nuevo director le toca afrontar tiempos duros, pero a eso estamos acostumbrados, ¿no?

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