Mítico regreso
Xabi Alonso retorna a Anoeta por primera vez desde 2004 para jugar un partido oficial
Nunca sabemos cuándo se revela nuestro destino. A Xabi Alonso el futuro con todos sus colores se le representó una tarde de primavera. Apretado como una sardinilla entre la multitud que abarrotaba el viejo Atocha, el 26 de abril de 1992. Había ido a apoyar a su equipo, la Real Sociedad, que recibía al Madrid en la jornada más señalada del calendario. Tenía diez años y era la primera vez que veía al Madrid desde la grada. Con el tiempo, sin embargo, del rival no recordaría más que figuras borrosas con nombres de cromo: el provocativo Buyo, el zanquilargo Rocha, el fino Míchel, un tal Hierro, un tal Buitre. Ese día apenas guardó memoria para los jugadores que iban de blanco. Retuvo, sobre todo, el golazo de Carlos Xabier en el minuto 74, prólogo de un hecho más impresionante todavía. La carrera de John Toshack, el míster, ataviado con su "mítico" chándal de cuello doblado, atravesando el aire primaveral como un elefante volador, en el éxtasis de la celebración. "Toshack", suele decir Xabi, "corrió hasta el centro del campo".
"¿Cuántos ha habido con sus condiciones? Guardiola, Schuster, Netzer...", dice Zamora
El resultado, ¿quién lo recuerda? Han pasado 18 años y hoy (22.00, La Sexta y Autonómicas) Xabi regresa a San Sebastián convertido en una leyenda local pero enfundado en los colores del Madrid. No como cualquiera. Como capitán y como campeón del mundo. "Este es un equipo de niños", observó el técnico, José Mourinho; "Xabi, con 27 años, es el papá".
A los miembros de la generación de oro, Arconada, Satrústegui, Periko Alonso, Zamora o López Ufarte, los niños como Xabi los evocaban como a dioses de una edad remota. "Los míticos", los llamaban. Xabi es hijo de uno de los míticos. Los míticos le ayudaron a emprender el camino en Primera. Javier Clemente no fue exactamente uno de aquellos míticos, pero se les parecía mucho. Junto con López Ufarte, que fue su ayudante en el banquillo realista, decidió un día que al chaval había que darle un empujón. "Lo hice debutar en Copa contra el Logroñés", recuerda Clemente. "No le dije nada. Solo lo puse en la lista de los que iban a jugar y ya está. Ni se puso nervioso ni nada. Se puso contento. Siempre fue un chaval muy dispuesto, de mucha personalidad, fantástico. Bien educado por su padre, Periko".
Jesús Zamora, que coincidió con Xabi siendo segundo entrenador de la Real, en la época de Raynald Denoueix, le conoce bien. "Lo conozco desde que tenía 12 años", dice Zamora, "cuando la federación vasca reunía a los más prometedores para hacer entrenamientos de tecnificación. El ya hacía esos golpeos, esos cambios de juego. Ya tenía esa velocidad mental para jugar en corto y en largo, y hacerlo con una precisión enorme. Era innato. Era fácil ver que llegaría lejos porque no hay muchos así. ¿Cuántos jugadores con esas condiciones hay en el mundo? ¿Cuántos hubo? Guardiola, Schuster, Netzer... Ahora debe estar encantado con Özil. Por fin en el Madrid tiene alguien que se le ofrezca para salir con claridad".
Zamora recuerda que con 22 años Xabi anticipó su porvenir. "Era un ganador y ya entonces se consideraba capaz de jugar con los mejores. En una charla con los entrenadores un día nos dijo: 'Yo quiero conseguir títulos importantes".
En 2004 fichó por el Liverpool. Hoy regresa a San Sebastián por primera vez para jugar un partido oficial. Los niños que acudan a Anoeta oirán hablar de él. Alguien dirá que ese mismo Alonso le ganó al Madrid de los galácticos un día de primavera de 2003. "Un 13 de abril", evocarán los viejos. "Un 4-2", dirán. "Mítico". Alguno tal vez mencione las patadas que le dio Makelele, la estirada de Helguera en el cierre inútil, y el esfuerzo de Casillas, incapaz de parar el tiro "tocadito" desde fuera del área. Mítico.
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