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Columna
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Pregunta sin respuesta

En una carta al director, el pasado lunes un lector se mostraba irritado con Antonio Muñoz Molina. El escritor habría afirmado que en el caso de haber estado en la situación de quienes vivieron la Guerra Civil, no sabría decir qué bando hubiera escogido. El lector deducía de ello una insufrible actitud equidistante, como si fuera lo mismo defender la República que el levantamiento militar. Estoy segura de que Muñoz Molina no tardará en contestarle y de que su respuesta será impecable. Lo que a mí me interesa es reflexionar sobre el origen del malentendido.

Nunca dejará de sorprenderme cómo diferentes personas pueden leer el mismo texto entendiendo justo lo contrario, o a saber. Algo así ocurre aquí. El irritado lector se refiere al resumen, recogido en este periódico, de la charla de Muñoz Molina en el preludio del Hay Festival de Segovia. Según lo allí relatado, mientras escribía su última novela, La noche de los tiempos, el escritor se preguntó qué habría hecho él si, como a su protagonista, le hubiera tocado vivir en 1936. Honestamente, reconoce que no lo sabe: "Cuando vivimos en circunstancias normales es fácil ser estupendo. Ser antifascista en 2010 tiene un mérito relativo. En aquellas circunstancias hay personas que actuaron como canallas y personas que lo hicieron con decencia. Ser decente era muy difícil y ser un canalla, muy fácil". "Soy pacífico y quiero pensar que habría procurado no hacer daño", pero reconoce que tanto los canallas como los decentes eran "como nosotros" y "no una especie distinta".

Y es que, una vez que el tribunal de la historia dicta sentencia, es muy fácil saber a qué bando atenerse. Hoy, la mayoría de la gente quiere pensar que si le hubiera tocado vivir en la Alemania nazi, sería projudía; en la Guerra Civil española, prorepublicana; en la Norteamérica racista, proafroamericana. Apuesto que dentro de unos años, por ejemplo, apenas nadie reconocerá haber secundado a ETA, ni haber sido tibio ante ella...

La gran pregunta es: ¿hasta qué punto somos producto de las circunstancias históricas, sociales y personales que nos ha tocado vivir? ¿O hasta qué punto existe, por el contrario, un núcleo de personalidad que nos llevaría a pensar y actuar de manera parecida, independientemente de las circunstancias? En la jerga académica, a la primera explicación se le denomina teoría "situacional" (las circunstancias son las condicionantes fundamentales para explicar nuestra actitud) y a la segunda, teoría "disposicional" (la disposición psicológica y/o moral es la condicionante principal). Yo creo que los seres humanos somos una mezcla de ambas cosas, de manera que ninguno de los dos factores es determinante. Creo entender que Muñoz Molina estaría de acuerdo con esta apreciación. Una apreciación que nada tiene que ver con la equidistancia, con el no (atreverse a) juzgar.

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