Olvido
Hace diez años un grupo de artistas colombianos, entre los cuales estaban García Márquez, Botero y Mutis, firmaron un manifiesto que fue alentado también por Héctor Abad Faciolince. Declaraban su decisión de no viajar jamás a España hasta que este país no cesara en acompañar a la Unión Europea en su exigencia de visado para los colombianos. Desde entonces, cada uno de los firmantes consideró oportuno desdecirse. Todos, menos dos, Fernando Vallejo, el autor de La virgen de los sicarios, y Abad Faciolince, autor ahora muy conocido por su libro impresionante El olvido que seremos. Ya sólo queda Vallejo entre los que no han venido. Héctor Abad está entre nosotros; ayer habló en las Conversaciones literarias de Formentor. Decidió desdecirse por razones familiares, y lo contó en un artículo emocionante que publicó en su periódico, El Espectador, esta semana. Ahora tiene a sus dos hijos estudiando en España. Lo llama la sangre.
Ayer por la mañana contó por qué escribió aquel libro, El olvido que seremos, el testimonio de su recuerdo de la vida (y el asesinato) de su padre, acribillado por los paramilitares colombianos. Don Héctor Abad, profesor, llevaba en el bolsillo de su chaqueta un poema de Borges, El olvido que seremos; su hijo lo sacó de ahí, y lo hizo eje, veinte años más tarde, de ese recuerdo del amor destruido por la violencia. "Escribí el libro para que mis hijos supieran quién fue su abuelo".
Como decía Fernando Arrabal, "el porvenir actúa en golpes de teatro". Y a veces la televisión contribuye a ello. Después de ver a Héctor en su regreso español enchufé el canal ARTE, y ahí apareció un espléndido reportaje del periodista colombiano Hollman Morris, perseguido por hacer periodismo; en ese reportaje Morris contaba las terribles hazañas del paramilitarismo que acabó con la vida de don Héctor. Decía Borges que si no hay un poco de olvido la locura es completa. Colombia no tiene olvido. Aquel libro, este reportaje. Lo inolvidable es lo que hiere. No lo cura el tiempo, no lo sella el olvido. Está, es; desgraciadamente, es la vida.
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