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La Diada certifica el fin de la etapa del tripartito en Cataluña

Los socios del PSC se desmarcan de las críticas de Montilla al soberanismo

Miquel Noguer

La Diada del Onze de Setembre celebrada ayer mostró que en Cataluña ha llegado la hora del sálvese quien pueda. Finiquitada definitivamente la unidad en torno a la defensa del Estatuto recortado por el Tribunal Constitucional, las fuerzas que gobiernan la Generalitat, socialistas, republicanos y ecosocialistas, se vio claramente que la hora del tripatito, al menos en su actual configuración, ha tocado a su fin. Los socialistas se quedaron solos en defensa del discurso institucional del presidente de la Generalitat, José Montilla, quien alertó el jueves contra las "pulsiones separadoras" entre Cataluña y el resto de España. Nadie, y mucho menos sus socios de Esquerra Republicana, suscribieron las palabras del presidente. "El discurso fue demasiado partidista", dijo el líder de ERC, Joan Puigcercós, para quien el presidente ha ido demasiado lejos en su campaña para combatir el auge del independentismo.

A dos meses y medio para las elecciones catalanas , ningún partido, tampoco los socios del tripartito, se esforzaron en buscar un mínimo común denominador en defensa del Estatuto. Todos abundaron en sus diferencias y Convergència i Unió volvió a inflar el globo del soberanismo al que recurre cada año por estas fechas. "Independencia o decadencia", proclamó el número dos de Convergència, Felip Puig, tras semanas de coqueteo de Artur Mas con el "derecho a decidir".

Los socialistas arroparon a Montilla en su intención de agrupar todo el voto catalanista no independentista. El todavía ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, se estrenó en la precampaña presentándose como la garantía de que el PSC está en contra de "desenchufar Cataluña de España". Casi a la misma hora, Jordi Fàbrega, alto cargo del Gobierno catalán, desafiaba a Montilla protagonizando un acto de quema pública de un decreto de Nueva Planta, la orden que acabó con las instituciones catalanas tras la caída de Barcelona ante las tropas borbónicas en 1714. En la manifestación independentista de la tarde también se quemó una foto del Rey y la Constitución. Con la habitual división de platafrormas, no estuvo muy concurrida (14.000, según los organizadores y 9.000 a juicio de la Guardia Urbana). Fue una jornada tranquila. En el monumento a Rafael Casanova, el público que quería seguir la ofrenda de partidos e instituciones fue ubicado a 300 metros de distancia.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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