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Columna
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Mago de chistera

Jordi Gracia

Parece que Torrente Ballester hubiese sido siempre viejo. La iconografía mediática y cultural lo ha dejado atrapado en un retrato equiparable al que tiene mudo y quieto a Antonio Machado con sombrero y las manos apoyadas en su bastón, como tiene a Baroja ya muy averiado, con barba rala, con boina y paseando por el parque. En Torrente las gafas semioscuras y su profunda miopía, o el cuerpo menudo y encorvado, o quizá la voz pastosa y arrastrada, donde el timbre ponía la sorna, conspiran para fingir la misma falsedad. Porque Torrente fue un hombre dominado por la pasión de la novela de imaginación y fantasía, y una ansiedad delegada: la carcoma de un éxito rácano porque fue tardío, cuando sentía que sus fuerzas de novelista se estaban acabando. Por supuesto no era verdad; lo que se le estaba acabando era la paciencia con una sociedad que entendió mal su literatura, o que fue lenta de reflejos para apreciarla (algo semejante sucedería con Álvaro Cunqueiro). La feliz fatalidad de una adaptación televisiva a principios de los años ochenta (la de Los gozos y las sombras) disparó su nombre fuera de los círculos literarios y lo convirtió en una celebridad multipremiada y tan respetada como para hacerle hablar desde el balcón del Ayuntamiento de Salamanca a propósito del botín de guerra que contenía el Archivo de la Guerra Civil. La había ganado, sin duda, con sus simpatías galleguistas a cuestas y su plena filiación falangista, pero de casi todo se fue curando con la literatura. La rumia lenta y reflexiva caracterizarían su edad madura, cuando ya no es sólo lo que había sido durante veinte años -crítico teatral crudo en las páginas de Arriba y autor de un leído y útil Panorama de la literatura española en 1961- sino un escritor que no desfallece pese al fracaso de sus primeros intentos de dramaturgo y novelista en la guerra y primerísima posguerra. La vocación moderna del escritor estalló en la década de los setenta para estabilizar su perfil de escritor puro, es decir, el que está dispuesto a tratar de lo mismo en casi todos los formatos posibles. Nadie hizo caso en 1963 de Don Juan, pero diez años después La saga/fuga de J. B. lo puso por fin en boca de lectores jóvenes a quienes su vieja filiación debía sonar poco y en cambio les sonaba mucho su afinidad creativa y fabuladora con espléndidos narradores hispanoamericanos más jóvenes que él (y con cuya literatura no siempre se llevó bien). Las represalias del régimen en 1963 por firmar un documento antigubernamental están en el origen de otro segmento de su obra no exactamente inconformista pero irresistible: el articulismo divagatorio y literario, a menudo contemplativo, y siempre inteligente por vía de humor e ironía socarrona. Los fue publicando en Informaciones y en Abc aunque la mayoría los hemos leído en volúmenes como los dos tomos de los Cuadernos de la Romana. Después se metió más de lleno aún en las filigranas metaliterarias al transcribir sus confidencias magnetofónicas sobre el oficio de escribir y les puso el título jocoso de Los cuadernos de un vate vago. Ninguna vagancia habría tampoco desde entonces, porque su obra creció en popularidad y títulos, casi siempre menores (no lo es Fragmentos de Apocalipsis en 1977, ni lo es desde luego La isla de los jacintos cortados, en 1980). Pero sigue siendo inmaculado, y tan intrigante como algunas de sus novelas, el ensayo que dedicó en 1975 a otro novelista, El Quijote como juego, algo así como seguir a un mago de chistera mientras averigua los trucos de otro.

El golpe de Estado de Guadalupe Limón. Gonzalo Torrente Ballester (Serantes, Ferrol, A Coruña, 1910-Salamanca, 1999). Prólogo de Luis Felipe Torrente. Salto de Página. Madrid, 2010. 309 páginas. 21 euros. La saga/fuga de J. B. . Gonzalo Torrente Ballester. Edición de Carmen Becerra y Antonio J. Gil González. Castalia. Madrid, 2010. 812 páginas. 15 euros. Jordi Gracia (Barcelona, 1965) es autor, entre otros libros, de A la intemperie: exilio y cultura en España (Anagrama. Barcelona, 2010. 256 páginas. 16,50 euros) y publicará en los próximos meses Historia de la literatura española: siglo XX (volumen 7) Derrota y restitución de la modernidad, 1939-2010 (Crítica).

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

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