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Análisis:Las consecuencias del comunicado de la banda
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El empujón determinante de Estrasburgo

La izquierda abertzale recibió hace un año un aldabonazo definitivo que la encaminó por la senda que ahora recorre: la ratificación unánime por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo de su ilegalización por los jueces españoles. Con ella empezó una carrera que, por ahora, se detiene en la primera petición expresa y escrita de tregua permanente y verificable a ETA. En unos meses, ha realizado la declaración de Alsasua, el debate interno que concluyó en febrero y ha sellado una alianza con EA.

Todo indica que finalmente, tras un recorrido de 33 años, desde su boicot y negativa a presentarse a las elecciones de 1977, la izquierda abertzale está decidida a tratar de terminar con la violencia o a romper con quienes la practican, según aseguran sus socios de EA. Será a cambio de lo que entonces tuvo gratis y despreció: poder volver a estar en las urnas. Ni siquiera puede esta vez, como en 1998, exhibir como logro haber atraído a sus postulados al PNV. Esta formación pone ahora mucha tierra de por medio: es la que más se esfuerza en minimizar los progresos de los radicales.

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El anhelo por la vuelta a la legalidad guía una apuesta por vías políticas y democráticas, ya realizada en 1999, y ahora superada finalmente en el documento conocido la semana pasada. Han mediado más de 10 años desde los días de gloria de 1998 -14 diputados en el Parlamento vasco y pacto parlamentario con el PNV, fuerza decisiva para investir o derrotar lehendakaris, para aprobar o no presupuestos, propuestas soberanistas o leyes de consulta- a los de la cárcel y la clandestinidad.

La ilegalización en 2002 ha resultado decisiva en la evolución de la izquierda abertzale, impulsada por su penuria política, ahogada económicamente y temerosa de verse desplazada del tablero institucional por su escisión, Aralar, si permanece mucho más tiempo fuera de él. La sentencia de Estrasburgo en 2009, declarando a las marcas ilegalizadas "instrumentos de la estrategia terrorista de ETA" y considerando su prohibición no solo legal sino "necesaria", marcó el final de la escapada, al cerrar toda esperanza de vuelta a la actividad política.

Al menos un par de párrafos del anuncio de ayer habrán chirriado a los dirigentes abertzales: aquel en el que la banda se postula a sí misma "para acordar los mínimos democráticos necesarios para emprender el proceso" y otro que parece encerrar aún más intención. "El cambio político es posible. Pero en ese camino no hay atajos (...) necesariamente, hay que luchar y hacer el esfuerzo al nivel del objetivo que se persigue. Sin confrontación no se puede superar la negación y la cerrazón".

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