Talento y talante
La selección de baloncesto brinda otro ejemplo de madurez y fiabilidad en la fase decisiva del Mundial
La carga emocional de los partidos de altísima competición acostumbra a separar a los equipos realmente fiables y sólidos de aquellos que se hinchan más de la cuenta desde el punto de vista estético o mediático y se arrogan un papel ficticio. Fue el caso de bastantes españoles que, durante muchos años y en muchos deportes, se estrellaron repetidamente a la hora de la verdad. Por eso resulta ahora tan gratificante que, tras Brasil en 1959 y 1963, España se haya convertido en el segundo país que puede presumir de ser campeón mundial al mismo tiempo en dos de los deportes más universales, el fútbol y el baloncesto, en los que también es campeona de Europa. Y, además, que ejerza y defienda esa condición con talento, inteligencia y credibilidad. La selección de baloncesto no jugó bien en la primera fase del Mundial de Turquía, donde defiende el título logrado hace cuatro años en Japón, e incluso perdió dos partidos, ante Francia y Lituania. Pero llegado el momento de la verdad, un cruce en octavos ante la temible Grecia, no ha fallado y ha vuelto a ilusionar con su juego y con su comportamiento en la cancha.
La calidad y la garra competitiva de Navarro, Rudy Fernández, Marc Gasol, Garbajosa, Ricky Rubio y compañía ha vuelto a ser puesto al servicio de una actuación coral que arrambló con los griegos. No es de extrañar que Grecia quisiera perder su último partido de la primera fase para evitar el cruce con España. Nadie quiere ver ni en pintura a la escuadra de Sergio Scariolo. Y así ha venido siendo desde que los jugadores de la generación de oro, la que ganó el Mundial junior en 1999, empezaron a asomar en la selección absoluta de una forma ya numerosa, hace diez años en el Europeo de 2001, precisamente disputado también en Turquía. Desde entonces es difícil reprocharle algo a un equipo que, con mayor o menor acierto, siempre se ha mostrado competitivo y ambicioso y en el que se han integrado a la perfección algunos veteranos como Garbajosa y Mumbrú, nuevos talentos como Ricky, Llull o Claver y generaciones intermedias como la de Marc Gasol, Rudy o San Emeterio. Han respondido, por encima incluso de los nombres. Esta vez, por ejemplo, no compite en Turquía el mejor jugador de la camada y de la historia del baloncesto español, Pau Gasol, ni tampoco un base de la categoría de Calderón. No se ha hablado sobre ellos a modo de excusa, aunque una inoportuna lesión de Felipe Reyes en el cuello que le obligó a tomar el avión para ser tratado en Madrid, pueda agravar la lista de inconvenientes para el partido de cuartos de final, el miércoles contra Serbia.
En una década prodigiosa, esa generación de oro le ha dado al baloncesto español seis medallas, dos de ellas las que la acreditan como campeona del mundo y de Europa. En esos diez años, España nunca ha bajado del séptimo puesto, con Gasol o sin él, con Calderón o sin él, con Sergio Scariolo o con cualquiera de los otros cinco técnicos que la han dirigido en ese tiempo: Javier Imbroda, Moncho López, Mario Pesquera, Pepu Hernández y Aíto García Reneses. Los jugadores, y también los métodos de una Federación Española que ha tratado de ser lo más exigente y profesional posible, han conseguido patentar una manera de hacer exitosa y fiable por encima incluso de un resultado puntual. Talento y talante.
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