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La Italia de los dosieres

Italia ha vivido un extraño mes de agosto, coronado con las críticas de los católicos al Gobierno por la visita del dictador libio Muammar el Gaddafi y las velinas alquiladas para recibir lecciones de Corán. Para resolver la crisis de la mayoría gubernamental, la política no se ha tomado vacaciones. Pero, a juzgar por los resultados, tanto valía que lo hubiera hecho.

Berlusconi ha emplazado a todos a septiembre: o se aprueban en el Parlamento cinco puntos que exige taxativamente y que atañen a la justicia (su propia inmunidad ante todo, especialmente en el proceso Mills), a las políticas para las regiones del Sur, a la política fiscal, a la inmigración y al federalismo, o se votará por tercera vez en seis años.

Solo hay un aspecto inédito en la política italiana: la irrupción del chantajismo

En las dos últimas ocasiones, las legislaturas duraron apenas dos años: anteriormente con Prodi, y ahora con Berlusconi, las mayorías se han despedazado. Obviamente, las analogías no pasan de ahí. Prodi cayó porque a los extremistas de su coalición les gustaba poco la moderación de algunas de sus reformas y contaba con una estrechísima mayoría. Si Berlusconi y su amplísima mayoría están hoy en crisis se debe a la moderación de Gianfranco Fini, presidente del Congreso, a quien no le gustan ciertos extremismos del Pueblo de la Libertad que contribuyó a fundar.

Una vez más, el drama italiano queda perfectamente sintetizado por el líder de los radicales, Marco Pannella: desde 1994 con la victoriosa entrada en liza de Berlusconi y la desaparición a causa del sistema de sobornos generalizados de los partidos de la Primera República, la escena política ha tenido como protagonistas a "un puñado de incapaces (el centro-izquierda) contra un puñado de gente capaz de todo (centro-derecha)".

En esta orilla, los incapaces ofrecen el mismo espectáculo al cabo de 10 años: Prodi que debe marcharse a casa obligado por sus propios correligionarios en 2008, tal como había ocurrido en 1998. En la otra orilla, los capaces de todo están a punto de hacer lo mismo con Berlusconi. Y de esta forma van consumiéndose en Italia las energías de la política, sin que al parecer puedan construirse mayorías estables.

Entre las energías quemadas improductivamente en el horno permanente de la crisis de los últimos dos años hay que contar también dos estilos de fundar partidos. El PDL nació una noche en la Plaza del Duomo de Milán cuando, en un gesto populista, Berlusconi se encaramó al estribo de un coche entre aplausos y una clara histeria por el poder. El PD (Partido Democrático) costó dos sufridos congresos de autodisolución de los herederos del viejo PCI y de la vieja DC, entre lágrimas, amarcords, banderas e himnos.

¿Qué otro neologismo se añadirá en esta ocasión al vocabulario de la política italiana? Es difícil de decir. Pero si alguno habrá, será Berlusconi quien lo acuñe y no el centro-izquierda. Su líder, Pierluigi Bersani, que fue un buen ministro de Industria, parece hoy un párroco rural. Completamente afásico, víctima de una dialéctica desgastada y de viejos eslóganes, desarmado por una FIAT que bajo la batuta de su nueva dirección reforma sus empresas, las deslocaliza en Serbia, desprecia el Estatuto de los Trabajadores y plantea nuevas estrategias industriales y de relación con los sindicatos, apenas es capaz de demostrar otra cosa que su temor a las elecciones anticipadas (con toda razón: llegaría sin preparación alguna) y un antiquísimo bagaje cultural: sus propuestas se limitan a un Gobierno técnico o un Gobierno de transición, y su última ocurrencia ha sido proponer que resucite El Olivo.

Un aspecto inédito sí podemos encontrarlo: la violenta irrupción de chantajes, dosieres periodísticos, transformismos y traiciones. El neofascismo posmoderno de Berlusconi no ahorra a nadie el "método Boffo" (elaboración de dosieres periodísticos basados en falsos documentos como el que obligó a dimitir al director del diario de la Conferencia Episcopal Italiana, que se había mostrado crítico con los extremismos del centro-derecha). Por ahora, el objetivo es ensuciar la imagen de caballero adoptada por el presidente del Congreso, Gianfranco Fini, con la historia de una casa en Montecarlo heredada de su viejo partido AN, vendida después y que ha acabado por ser alquilada a su cuñado.

Por el momento, el desenlace más probable es el voto anticipado en primavera. Quienes apoyan con mayor fervor las elecciones son la Liga Norte a la derecha y Di Pietro a la izquierda. Berlusconi pillaría escasos de preparación a todos sus adversarios, a los de siempre y también a los más recientes. Y el sueño de obtener la mayoría absoluta con un solo partido, el suyo, no le abandona...

Mientras, siguen aplazadas todas las cuestiones pendientes de resolver: su desprecio por el debate y la crítica, su pugna contra la autonomía de jueces y periodistas, el impulso dado a la constitución hablada para que prevalezca sobre la Constitución escrita. Sin embargo, todo pende de un hilo: por ahora Euromedia, su empresa de sondeos preferida, que nunca ha errado en sus previsiones, da al PDL un 28%, es decir, más de 10 puntos por debajo del resultado de hace dos años.

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