Zapatero condiciona la subida fiscal a rentas altas al pacto de presupuestos
El Gobierno busca el apoyo del PNV negociando más autogobierno para Euskadi
No habrá "reformas sustanciales" en materia fiscal, sino en todo caso "innovaciones o modificaciones" que supongan un "cierto esfuerzo mayor para quienes tienen más capacidad económica". E incluso estas últimas quedarán condicionadas al resultado de las negociaciones que mantiene el Gobierno con otros grupos parlamentarios, preferentemente el PNV, para lograr la aprobación de los Presupuestos del Estado de 2011.
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, zanjó ayer en Shanghai (China) la polémica sobre un próximo aumento de impuestos que durante el mes de agosto han protagonizado el ministro de Fomento, José Blanco, y la responsable de Economía, Elena Salgado, con un respaldo explícito a la vicepresidenta segunda. En segundo plano han quedado sus promesas de antes del verano de compensar con una subida de impuestos a los más ricos las medidas de ajuste que, como la subida del IVA, la rebaja del sueldo de los funcionarios o la congelación de las pensiones, ha recaído básicamente sobre las espaldas de los asalariados y la clase media.
La Ley de Libertad Religiosa quedará aparcada para facilitar el acuerdo
El objetivo prioritario del Gobierno de aquí a fin de año es sacar adelante las cuentas públicas. Zapatero no llegó a decir que su eventual rechazo en las Cortes le obligaría a adelantar las elecciones previstas en 2012, pero subrayó en varias ocasiones que su aprobación resulta "muy conveniente" para facilitar la salida de la crisis, el cambio de modelo productivo y la reducción del déficit, imprescindible para garantizar la estabilidad financiera. Y expresó su confianza en lograr el respaldo de otros grupos parlamentarios; en particular el PNV, que ya votó los presupuestos vigentes y al que ayer calificó de socio "objetivamente preferente".
Para lograr su apoyo, se mostró dispuesto a negociar medidas que profundicen el autogobierno vasco y, específicamente, "todo lo que sean transferencias dentro del marco estatutario y que además incidan en temas económicos y de empleo". Zapatero tendrá que hilar muy fino, pues el PNV ya rechazó el año pasado la cesión de las políticas activas de empleo, que el Gobierno aceptaba traspasar, y el lehendakari, el socialista Patxi López, le ha pedido "fortaleza" frente a las demandas nacionalistas.
Quizá con el objetivo de tranquilizar a este, el presidente aseguró que un eventual pacto con el PNV será "transparente", a diferencia de lo que hizo el PP en 1996, cuando aceptó aplicar el artículo 150.2 de la Constitución, que prevé la transferencia de competencias exclusivas del Estado, para sacar adelante la investidura de José María Aznar como presidente del Gobierno. "Quizá era el tiempo de hablar catalán en la intimidad", ironizó, parafraseando a su antecesor.
Junto al PNV, citó a Convergència i Unió (CiU), Coalición Canaria y Unión del Pueblo Navarro (UPN) como interlocutores de la negociación de los Presupuestos. E incluso, aunque de forma más bien retórica, tendió la mano al PP. "Ojalá también estuviera dispuesto a un pacto", apostilló.
Para facilitar el acuerdo, dejará aparcados otros proyectos, como la Ley de Libertad Religiosa, que se había comprometido a remitir a las Cortes antes del verano y luego pospuso al otoño. "Es lógico que hasta que tengamos presupuestos, con acuerdo político como espero y deseo, no pongamos en marcha otras iniciativas de carácter legislativo", argumentó.
China, donde el tamaño sí importa
"El futuro de España es del tamaño de Miguelín", proclamó Zapatero. Miguelín es un autómata de seis metros y medio de altura que se ha convertido en la gran atracción del
stand
español en la Expo de Shangai. Casi 40.000 personas hacen cola cada día para hacerse fotos con este bebé gigantesco en un país donde la férrea ley del hijo único los ha convertido en el deseo más anhelado. El tamaño de Miguelín no desentona en una feria que ya es la más grande, en países representados y visitantes, jamás celebrada. Poco importa que más del 90% del público sea chino. Con 1.300 millones de habitantes, China se basta y se sobra para abarrotarla. Para las autoridades de Pekín es una nueva ocasión, tras los Juegos Olímpicos, de reafirmar su orgullo nacional. Para España, un escaparate donde mostrarse ante el mayor y más dinámico mercado del planeta. Miguelín compartió ayer protagonismo con la copa del mundo de fútbol, protegida en una urna como si fuera
La Gioconda.
Aunque, en realidad, no es el trofeo que levantó Iker Casillas el 11 de julio en Sudáfrica, sino una copia. Tan perfecta como las de los bolsos y relojes de marcas de lujo que se venden en las trastiendas de los comercios chinos.
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