_
_
_
_
LA FLECHA DEL ROMPIDO | Verano

Terapia natural para el estrés

La playa onubense sirve a los amantes de la soledad para evadirse del mundo

Una lengua de arena dorada a la que hay que acceder en barco. En la costa de Huelva, a apenas 15 kilómetros de Punta Umbría dirección Portugal, la dinámica de las mareas ha ido acumulando arena durante cientos de años y ha creado, entre la ría del Piedras y el océano Atlántico, un paraíso de playa dorada de 12 kilómetros de extensión. Por tres euros y cuatro minutos en barco se accede a este paraje natural, de playa virgen salpicada de retama, que algunos llaman Flecha del Rompido y otros playa de Nueva Umbría. La diferencia en el nombre se debe a que los municipios onubenses de Lepe y Cartaya consideran que este fenómeno natural, más parecido al Caribe que a la costa onubense, pertenece a su término municipal. Es una cuestión muy sensible y los vecinos de ambas localidades han elegido la lucha por su propiedad como uno de sus temas favoritos de discusión. Para Lepe, Nueva Umbría (como la denominan) es una extensión de la playa del Terrón, muy cercana a la localidad de La Antilla. Allí nace y de ellos es. Ciertamente, uno puede llegar paseando por la arena desde la bonita playa del Terrón y es aquí, donde la lengua de arena se une a tierra firme. Los de Cartaya, por otro lado, consideran que La Flecha del Rompido pertenece a su término municipal por varios motivos, entre ellos, el que la mayor parte de la playa queda justo enfrente del pueblo pesquero de El Rompido (localidad cartayera) y, además, le avalan decenas de documentos históricos. El alcalde de Cartaya, Juan Antonio Millán, ha escrito decenas de artículos argumentándolo. En cualquier caso, a los turistas poco les importa quién porte la titularidad del paraíso. Alejandra Inzunza, de 22 años, mexicana residente en Madrid, regresa del otro lado en el último barco, a las ocho de la tarde. "Ha sido alucinante. No había nadie y el agua era completamente transparente", explica. Viene morenita y sonriente junto a una amiga de Santander a la que le habían recomendado este sitio. El barco regresa a por otro grupo de personas y las amigas, de nuevo en la vida urbana, acudirán a por la deseada cervecita a uno de los múltiples chiringuitos de la zona. En El Rompido se encuentran hoteles de todos los niveles (algunos de lujo), restaurantes de calidad y una atmósfera tranquila para relajarse. El chill out de algunos locales puede escucharse por las calles. La playa de La Flecha recuerda a Robinson Crusoe. No tiene ni duchas ni chiringuitos ni ningún tipo de infraestructura. Una verdadera terapia para el estrés contemporáneo. En el agua, las corrientes del río y el mar pueden percibirse y el oleaje no es muy fuerte. No hay muchas personas (salvo algún domingo de verano) y las que hay son silenciosas. Normalmente pueden verse algunas parejas que pasean de la mano, un grupo de amigos leyendo y dos o tres sombrillas cobijando a algún solitario que ha accedido en su propia embarcación. Aquí no se acude en masa con sillas plegables, juguetes y fiambreras. Es un lugar tranquilo y solitario. Algunos naturistas de la zona aprovechan que el nudismo está permitido y pasean por la flecha como Dios les trajo al mundo. Y nadie les mira. A lo lejos se divisan las construcciones turísticas de El Rompido y Punta Umbría. Y parecen ser parte de otro mundo, el civilizado, del que uno puede huir por tres euros y unos minutos de travesía.

El arenal es una lengua de arena de 12 kilómetros a la que se llega en barco Lepe y Cartaya se disputan la propiedad de esta playa virgen
Playa de La Flecha de El Rompido, en Huelva.
Playa de La Flecha de El Rompido, en Huelva.IVÁN BOZA

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_