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Reportaje:estilo de vida

Zarautz, en la cresta de la ola

Un día en la gran cantera del surf mientras la localidad se prepara para acoger el campeonato mundial

Toni García

Zarautz. Un martes cualquiera con nubes en el cielo. "Un día tristón", resume Adur Letamendia. No lo parece, a juzgar por el aspecto de las terrazas del impresionante malecón de este pueblo a 30 kilómetros de San Sebastián. Allá lejos, mar adentro, se distinguen dos docenas de chavales que luchan con el mar, tabla en ristre. "Eso de ahí es una barra libre que no cierra nunca", dice con una sonrisa Letamendia señalando la playa, sentado en un taburete. Por esa inagotable capacidad de proporcionarlas es reconocida Zarautz por la federación mundial del deporte. Desde 1987, entre finales de agosto y principios de septiembre, la localidad guipuzcoana acoge una de las escalas de su campeonato más importante. Y este año es especial. La parada ha recibido la máxima distinción (seis estrellas) y uno de los representantes locales, Aritz Aranburu, tiene muchas posibilidades de arañar la gloria.

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Letamendia -huelga decirlo- es un surfero de pies a cabeza y dirige una escuela en la que se imparte magisterio sobre el acuático deporte en Zarautz, que estos días vive la fiebre previa al torneo. Pese a su aspecto clásico de rubio de ojos claros y bronceado permanente, ataja de entrada que no le va nada ese "rollito espiritual" ligado al surf desde hace décadas. No es solo un especialista en un mundillo que crece con cada envite del mar sino que es el hijo de una de las sagas más surferas de la historia de España. Su padre, Iñigo, sigue cogiendo olas día sí, día también, no importa que ya lleve cincuenta años en la brecha. Su madre, Marian, es la fundadora de la marca surfera más internacional de España y la primera que ha conseguido echarle el diente a Europa empezando desde abajo, sin el entramado de una multinacional y con las ganas del que no tiene nada que perder: "Así nació Pukas, de la locura de mi padre y del esfuerzo de mi madre" resume Adur. Es la factoría número uno en ventas en Europa y su nombre es tan clásico en el ambiente como el rostro de Kelly Slater, algo así como el Michael Jordan de la tabla.

Entre los orgullos surferos de Zarautz figura muy destacada la destreza de Aranburu. Es un chaval que ha viajado desde Zarautz a la cima, el primer español en meterse en el top mundial. De paso ha arrastrado tras de sí a todo un pueblo y a un par de generaciones de locos por la tabla, chavales que ahora se inspiran en sus logros para darle guerra al agua hora tras hora. "Zarautz es una localidad perfecta para iniciarse. La playa está pegada en el pueblo, o el pueblo pegado a la playa. De nuestra cantera surgen un montón de chavales que lo dan todo", confiesa casi con timidez, antes de volver a meterse en el agua para seguir entrenando para el campeonato.

Se dedica profesionalmente al deporte y encuentra una explicación muy sencilla al brutal auge del surf en el último lustro: "Lleva muchos años de moda, la gente no se cansa, la gente que lo prueba quiere probarlo otra vez".

Para corroborar las palabras de Aranburu y a unos metros de donde ruge el hábitat natural de su especie, se sienta -en las escaleras del famoso restaurante de Karlos Arguiñano, otro chalado del surf- Aitor Francesena, al que sus amigos conocen como Gallo. Francesena ha sacrificado su vida personal ("ya puedes ponerlo" -dice-; "a veces me han echado en cara que dedicara demasiado tiempo a Aritz") por un sueño: colocar a Aranburu en la cresta de la ola. "Estoy tan orgulloso de Aritz como del nacimiento de mi hija: son emociones parejas", reflexiona el entrenador más reputado del panorama nacional. Con su escuela, llamada simplemente La escuela del surf -fundada junto a Patxi Larrañaga-, se dedica a formar talento desde la base. "Mucha gente se queda por el camino porque no todos pueden llegar. Yo creo que hace falta mucha psicología... pero además tenemos un problema respecto a lugares como Australia y Hawai; y es que tenemos menos horas de luz y por tanto podemos estar menos horas en el agua. Eso había que solucionarlo y yo lo cambié por un intenso ejercicio físico en el gimnasio que suplía esas horas de menos", reflexiona este gurú, con casa y corazón en Zarautz.

Puerta con puerta, en la escuela de Pukas (olvídense de la competencia, aquí el agua es de todos), Adur Letamendia coincide con Gallo: "Aquí enseñamos a surfear a un montón de niños, pero lo más curioso del caso es que a sus padres solo hace falta darles un empujoncito y ahí que van, a coger olas como el primero. ¿Que a qué edad es aconsejable que empiecen? Bueno, yo soy de familia surfera y me subí a la tabla el día uno. Aquí en la escuela empezamos a los cinco años, aunque lo cierto es que eso depende enteramente de la 'irresponsabilidad de los padres", dice entrecomillando la expresión con las manos y a punto de carcajearse.

Finalmente, Letamendia da la clave para entender la gigantesca expansión que ha sufrido la práctica del surf y el overbooking (es un decir) que empieza a notarse en las olas más cotizadas. "¿Quieres hacer surf? Cómprate una tabla, es una inversión mínima, no necesitas nada más. Con eso y unas olas ya puedes disfrutar el tiempo que quieras. ¿Quién podría resistirse?".

Mientras habla, un montón de niños que no levantan un palmo del suelo irrumpen en la escuela con sus respectivas madres. Preguntan con ansiedad surfera por su monitor. Son las siete de la tarde, el cielo sigue enmarañado en Zarautz y un centenar de jinetes acuáticos tiene aún por delante unas pocas horas de esa barra libre que nunca cierra.

JAVIER HERNÁNDEZ
Una surfera en la playa de Zarautz.
Una surfera en la playa de Zarautz.JAVIER HERNÁNDEZ
Aitor Francesena, con su hija en brazos en su escuela de surf.
Aitor Francesena, con su hija en brazos en su escuela de surf.

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