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Análisis:El conflicto de Irak
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

En busca de la legitimidad

José María Ridao

La decisión de retirar las tropas de combate norteamericanas desplegadas en Irak no implica, por desgracia, el fin de la guerra; sencillamente, significa que EE UU ha dejado de ser un combatiente directo. A partir de este momento, el enfrentamiento se desarrollará entre las facciones que han rechazado el despliegue militar norteamericano con las armas en la mano y el incipiente aparato estatal iraquí, en el que se encuentran las fuerzas políticas que aceptaron integrarse en el juego democrático auspiciado por los ocupantes y respaldado por la comunidad internacional.

Por descontado, las posibilidades de que Irak goce de un régimen de libertades serían mayores si triunfasen estos últimos que si se impusiera la insurgencia. Pero es prematuro, y excesivamente simplificador, interpretar que el horizonte que se dibuja en Irak plantea una lucha entre democracia y autoritarismo. Autoritarismo es, sin duda, lo que defienden la mayor parte de las facciones insurgentes. Pero caben serias dudas de que, entre los teóricos defensores de la democracia, algún líder no intente alzarse con el poder por métodos espurios. El hecho de que cinco meses después de las elecciones Irak siga sin Gobierno no es un buen síntoma.

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La encrucijada política a la que se enfrenta Irak tiene menos que ver con la retirada anunciada por Obama que con la naturaleza de la guerra que inició Bush. El conflicto interno que desencadenó la ocupación, y que hasta ahora se encontraba solapado por el despliegue militar norteamericano, no obedece tanto a la voluntad de dirimir el futuro régimen político de Irak como a la legitimidad que unas fuerzas y otras se reconocen para instaurarlo. Los partidos que han aceptado participar en las elecciones organizadas por el ocupante defienden el voto. Las facciones insurgentes, por su parte, sostienen que bajo ocupación el voto no es legítimo, y consideran que los partidos han actuado como títeres de los norteamericanos.

La retirada de las tropas de combate decidida por Obama tiene poca incidencia en el conflicto de legitimidad que provocó la ocupación, máxime cuando permanecen 50.000 soldados para adiestrar a las Fuerzas Armadas iraquíes. Fuera cual fuese la fecha en la que Estados Unido hubiese fijado la retirada, Irak seguiría enfrentándose al mismo problema de legitimidad que viene ensangrentándolo desde el 20 de marzo de 2003, cuando se inició la guerra. Por lo general, es un problema que las fuerzas políticas en un país desarticulado pocas veces se resisten a resolver mediante la violencia. Sobre todo cuando, como es el caso, ese país se ha convertido en el escenario de grandes batallas ideológicas, en el que la alucinada visión del mundo de los yihadistas encontró la oportunidad para echar un pulso a la de los neocon. Pero quién sabe si, por el bien de los iraquíes, Irak no será la inesperada excepción.

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