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Ola de incendios

"Se llevaron a un inocente"

Familiares y vecinos del presunto incendiario de Boiro aseguran que no tuvo nada que ver con el fuego y que solamente intentó apagarlo

Pablo Linde

Cuando habla de su primo, a Áurea Bouzón se le llenan los ojos de lágrimas: "Estaba preparando la carne para hacer un guiso cuando llegaron unos guardias civiles y se lo llevaron preso sin dar más explicaciones". Sucedió el martes, pasado el mediodía. En la casa donde viven ambos todavía se respiraba el olor a quemado del incendio que carbonizó más de 450 hectáreas en el municipio de Boiro. Y a Cándido L. L., el primo, lo arrestaron acusado de provocarlo. "¡Se llevaron a un inocente!", clama Áurea, que coincide en su veredicto con buena parte de los vecinos de la parroquia de Cures, donde viven.

El fuego comenzó el sábado por la noche y dos días después, cuando estaba casi controlado, se reavivó. Las llamas quedaron muy cerca de su casa, en la aldea de Pomar de Río. Tanto, que Cándido, de 63 años, acudió con un cubo a echar agua a los matorrales que lindan con la huerta familiar para evitar que traspasasen el muro que las contenía al otro lado de la parcela. Algunos vecinos interpretan que ese pudo ser el momento en el que los operarios de un helicóptero que participaba en las labores de extinción lo vieron desde el cielo y lo señalaron como posible incendiario.

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"Imposible que fuera él, me juego el cuello", cortaba tajante un habitante de la vecina aldea de Enseño cuando se le insináa que Cándido L. L. podía estar detrás del suceso. Otra de Pomar do Río, que vive a pocos metros de la casa del arrestado, va más allá: "Si me llaman a declarar, voy como testigo. Cuando el incendio ya estaba reavivado, yo y varios vecinos estuvimos hablando con él. No pudo hacerlo. Venía de llevar a unos familiares a comprar a Boiro. Al llegar lo único que hizo es intentar apagarlo". Lo mismo subraya el alcalde de Boiro, Xosé Deira, quien asegura que, tras hablar con numerosas personas que lo conocen, su impresión es que "se han equivocado arrestando a ese hombre".

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Cándido llevaba cuatro o cinco años en casa de su prima. Se trasladó allí cuando una enfermedad cardiaca le impidió seguir trabajando como carpintero, primero en Muxía y después en el casco urbano de Boiro. Hacía una vida muy tranquila. Le daba de comer a los cerdos, cuidaba de la huerta, se acostaba temprano para ver la tele en la cama y se levantaba a primera hora. Realizaba los pocos esfuerzos que le permitía la válvula que tiene en el corazón.

La casa donde vive con su prima y otros tres familiares parecía ayer un velatorio. Con la puerta de la parcela abierta, tres mujeres estaban sentadas en un patio cubierto que hay en la antesala de la vivienda. Entre lágrimas y sollozos, sobre todo de Áurea, que habla de su primo como si el juez ya lo hubiesen declarado culpable. "Es una persona que nunca ha hecho daño a nadie, no tuvo problemas con la policía ni con ningún vecino", relata.

Su enfermedad le obligaba a estar muy pendiente de sus medicinas. "No tiene a nadie, sólo una pequeña pensión y a su prima. Si no fuese por ella, sabe Dios qué sería de él", cuenta otro vecino, que asegura que el resto de su familia, unas cuantas hermanas, perdieron el trato con Cándido.

Dentro de la parcela donde viven, bajo una fina pero constante lluvia, Áurea mostraba ayer el lugar donde se quedaron las llamas del segundo mayor incendio del verano, el cubo con el que su primo trató de apagarlas para que no avanzasen hacia el huerto, los cerdos "a los que tanto quería". "Cuando fui yo a darle la comida en vez de él, se pusieron tristes", asegura.

Desde que lo arrestaron, el martes por la mañana, no han podido hablar con él. "Fuimos a la Comandancia de la Guardia Civil y ya se lo habían llevado. Pero él es inocente. Tenían que acusar a alguien y le ha tocado a él", relata esta señora de 74 años, quien asegura, preocupada por los problemas cardiacos de su primo, que hubiera preferido que se la hubiesen llevado presa a ella.

Cuando fue a la Comandancia de la Guardia Civil de Boiro, la policía autonómica ya lo debía de estar interrogando en las dependencias de Fontiñas, en Santiago de Compostela. Allí pasó la noche del martes y la de ayer. Estaba previsto que pasase a disposición judicial ayer por la mañana, pero algo alteró los planes, el interrogatorio se alargó y retrasó su careo con el juez de Ribeira hasta, previsiblemente, esta mañana, cuando Cándido tendrá que dar su versión de lo que pasó.

Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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