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Columna
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Monólogo

En verano, la arena se extiende por todas partes, incluida la televisión, convertida en un soporífero desierto de nada. Lo que no quita para que el zapping aporte momentos memorables. Entreveo Las joyas de la corona, en Tele 5, donde un equipo de profesores de "buenas maneras" y de "glamour" o algo por el estilo, capitaneados por Carmen Lomana, intentan barnizar los barriobajeros gustos, andares y verbos de unos jóvenes, ansiosos por sus cinco minutos de fama a cualquier precio. Lo pongo en el momento en el que les proponen unas palabras para que las definan. Es en plató, con una música que intenta dar un poco de solemnidad. "Monólogo", le dicen a un joven, a todas luces seguro de sí mismo. No duda ni un momento: "persona que hace reír". Se le nota contento por ser tan espabilado. Evidentemente, el único contexto en el que ha oído tan estrafalario término es en el Club de la Comedia. Me río a carcajadas, aunque la escena sea más bien tragicómica. Significa, una vez más, que la ignorancia, el desparpajo y la ausencia de sentido del ridículo son el principal pasaporte para triunfar en nuestras televisiones.

Es una sensación que los informativos veraniegos, tan huecos e insustanciales, no hacen sino prolongar. A diario reproducen durante largos minutos la cotidianidad más roma, entrevistando a cualquiera que esté esperando en un aeropuerto ("aquí, esperando para irnos de vacaciones, blablablá"), tomando el sol en una playa ("ya ves, en la playita, blablablá") o emborrachándose en una Semana Grande ("esto está que lo flipas, blablablá"). La posibilidad de dedicar ese espacio a alguna persona que tenga algo interesante que contar, algo verdaderamente meditado y perspicaz, brilla por su ausencia. Luego dirán eso de que "en televisión, el tiempo es oro". ¡Anda ya!

Antes de que existiera la caja tanta, Ortega ya escribió sobre estas cosas en La rebelión de las masas. En la actualidad siguen su senda otros pensadores como Aurelio Arteta (La virtud en la mirada. Ensayo sobre la admiración moral) y Javier Gomá (Ejemplaridad pública). Arteta explora la apoteosis de la "normalidad", es decir, la forma en que nuestra época ensalza el ideal del mediocre y repite que nadie es mejor ni peor que nadie, que todas las opiniones y todas las ideas son respetables. Gomá llama a ese fenómeno "vulgaridad", "la categoría que otorga valor cultural a la libre manifestación de la espontaneidad estético-instintiva del yo". Detrás de todo ello hay un avance: la idea de igualdad y dignidad de todos los seres humanos, la ampliación de la esfera de la libertad. Pero un avance incompleto: lo que falta por ensanchar es el uso cívico, ilustrado, reflexivo de esa libertad. Para ello necesitamos modelos públicos a quienes admirar, una "ejemplaridad pública". Nada que ver, como es obvio, con la mayor parte de la programación televisiva, con tanto "monólogo" suelto...

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