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Iberdrola no vulneró la ley por el vertido al Miño

El vertido que Iberdrola realizó en el río Miño entre los días 13 y 21 del pasado mayo -como consecuencia del vaciado del embalse de Santo Estevo para construir una obra complementaria que le permita obtener más energía- rozó el límite de contaminación permitido por ley.

El Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino reconoció, en respuesta a una pregunta planteada por Adega, que la turbidez del Miño se situó en 24 miligramos por litro cuando el máximo permitido es de 25, cantidad que "no se rebasó". Por este motivo, el Gobierno no impondrá sanción a la hidroeléctrica.

El ministerio reconoce el "incremento de turbidez" del Miño en esas fechas, motivo por el que el organismo de cuenca realizó un "seguimiento intensivo" de la calidad de las aguas hasta el embalse de Velle, aunque "no provocaron ningún incumplimiento de las normas de calidad aplicables".Pese a la suciedad de las aguas, los análisis realizados por los técnicos de la Confederación Hidrográfica sitúan siempre por debajo de los 25 miligramos por litro los niveles de contaminación del Miño en todos los puntos en los que se tomaron muestras. Así ocurrió con las tomas de Barra de Miño, aguas abajo de la incorporación del Sil y con las muestras recogidas en este caso, junto al embalse de Santo Estevo.

El organismo de cuenca garantiza que "se cumplieron" además las normas de calidad aplicables "en todas las concentraciones de oxígeno disuelto y amonio total" entre las fechas en que se vació el embalse.

Los representantes de la asociación ecologista recuerdan que la turbidez es una medida del grado en el que el agua pierde su transparencia debido a la presencia de partículas en suspensión. Y advierten de que como consecuencia de la sedimentación de esas partículas en el fondo de los cauces "los huevos de peces y las larvas de insectos son cubiertas y sofocadas y las agallas se tupen o dañan".

Adega destaca además que es esencial eliminar la turbidez de las aguas para desinfectar la que se destina a consumo humano, lo que "añade costes extra" para el tratamiento de las aguas superficiales.

Junto a ello, explican los ecologistas que las partículas suspendidas ayudan a la adhesión de metales pesados así como de otros compuestos orgánicos tóxicos y pesticidas.

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