El plural
No hay nada más individual que un coche, un conductor al volante de un coche. En las carreras de automóviles, esa individualidad frenética va a mil por hora, por lo menos, y esa figura que se desplaza casi como el sonido es solo un hombre enfrentado a un destino que, al final, tan solo es una victoria, un podio, una botella de champán. Mucho dinero, es cierto. Pero ese es el resumen de la trama. Velocidad y dinero. O velocidad y fracaso. La vida misma.
Hay por el mundo millones de seguidores de esta carrera hacia la nada que luego es un podio y dinero, o nada. Y hay héroes de esta amalgama de curiosidades en las que domina la curiosidad imbatible que se desprende del exceso de velocidad: el hombre corre y corre, ¿qué busca? El filósofo Emilio Lledó habló aquí una vez de un anuncio que fue célebre: "Contigo al fin del mundo", decía la publicidad de un automóvil francés. "¿Al fin del mundo, para qué?", se preguntaba el filósofo. ¿Correr tanto para ir al fin del mundo? ¿Y cuál es el fin del mundo?
Ahora, desde hace algunas temporadas, ese deporte que interpretan individuos contra individuos, tiene en España a un líder poco discutido, Fernando Alonso. Me resulta bastante simpático, sobre todo cuando no gana. Pero hay algo de él que me intriga desde hace tiempo: ¿Por qué, siendo tan individuo, tan solitario en su voluntad de llegar al fin del mundo, habla de sí mismo como "nosotros"? ¿Ese plural es del equipo, se quiere confundir con todos para darles su triunfo, o su derrota, o él mismo se siente nosotros?
Satisfecha la pregunta, hagámonos eco de una que me transmite Álex Grijelmo, compañero atento a lo que mueven la música y el periodismo. Antes la publicidad de la televisión (y de la radio) creaba sus propias canciones. Últimamente ya esa creatividad ha dejado paso a las viejas canciones como soporte de lo que se canta para favorecer los productos. Como yo te amo, Soy como el aire, La chica yeyé... sirven de estandarte musical a leches, yogures, compresas, móviles...
Lledó se quejaba de aquel eslogan. Era más viejo que el pan. Pues ahora la publicidad se adorna con recuadros viejos, con melodías que apelan a lo que pasaba antes de que Fernando Alonso aprendiera a decir nosotros.
¿Qué pasó, que ya los publicitarios no componen?
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