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MI CORAZÓN DELATOR
Columna
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El regreso de los zapatos rejilla

Igual que se le reprochó a Rimbaud introducir la palabra "caucho" en el lenguaje poético, a Camarón los puristas le anatemizarían por el bajo, el moog, la batería, el sitar, que había introducido en La leyenda del tiempo. Treinta años después, el disco está considerado el Sgt. Pepper's del flamenco, del mismo modo que las Iluminaciones de Rimbaud fueron el Sgt. Pepper's de la poesía. El mes pasado, el día 2 de julio, se cumplieron 18 años de la muerte de Camarón, que sigue enterrado en el corazón del sueño. Hay una mayoría de edad de la muerte, en la que ésta obtiene la plenitud de sus derechos civiles. La muerte de Camarón es a partir de ahora más muerte, está más hecha, es más persona. Pero la muerte en España es como la vida en España. ¿Y cómo es la vida aquí? Pues es un señor con un sobre churretoso lleno de dinero, que queda con otro señor y le espera tomándose una copa, o sea un cubata de Larios.

El suelo de España es un 'burka' de historia ribeteado por una celosía de hoyos
El zapateado es la manera que tienen los flamencos de correr la maratón
Los españoles lo único que han podido darse es compañía
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Sí, es cierto que Camarón murió en Badalona, la cual cae a una orilla de la península; pero eso lo único que quiere decir es que España es un país del que no se sale vivo. En Europa capital, las ciudades de las orillas tienen cementerios marinos, y en ellos entierran a sus poetas. Paul Valéry descansa en el camposanto de Sète bajo un techo de palomas. Cuando Unamuno escribió (es un decir, tratándose de su poesía) unos versos a un cementerio castellano le llamó "corral de muertos". Los lugares que un vasco cristiano (tendencia agónica) ha visto como corrales, un católico francés, Bernanos, los verá como grandes cementerios bajo la luna. Unamuno es un Quijote a la inversa, que confunde a los gigantes con molinos, y la luz de la luna le parece mierda de gallina. Es un Quijote con mala leche. Existe toda una corriente existencial que va, por ejemplo, de ese Unamuno al Antonio Garisa que hace de consejero de la Generalitat en Las autonosuyas, película de Rafael Gil basada en una novela de Vizcaíno Casas. Por supuesto, esta senda no es Unamuno quien la recorre, el camino lo andan los otros. Siempre son los que vienen luego los que llegan al final de la cosa. Umbral decía que, en España, morirse es de mal gusto porque revela poca talla intelectual, y que entre los españoles la muerte da frases de lo más vulgar, del tipo: "Pero si ayer mismo me lo crucé por la calle". Lo que ocurre es que, en España, morirse ha sido muy de derechas. Aquí es la vida la que ha de amoldarse a las leyes de la muerte. La muerte es lo que no puede cambiarse, como una constitución fósil. Por eso, en España es tradición que la gente de izquierdas vaya mucho a morirse al extranjero. Umbral, que fue el Paco de Lucía de la literatura, también decía que la muerte española es muerte de toro, menos mal que ya está prohibido morirse así.

En la carpeta de La leyenda del tiempo sale Camarón toreando una vaquilla. No en la portada, que está fumando. Otra cosa ahora prohibida. La canción de donde el disco toma título es un poema de García Lorca, pero podía ser también una canción de corro. Todo en esa canción, la voz de Camarón, que canta canciones de niño con la lengua rota del viejo; la melodía, de lavanderita de pueblo; las palmas como un corazón que tiene prisa por vivir..., todo en ella remite a lo atávico, a los primeros pasos. No puede caber más vida en una canción. Y sin embargo, aún están buscando los huesos del que la escribió. Antes que un país de cementerios, España es un país de fosas comunes. El suelo de España es un burka de historia ribeteado por una celosía de hoyos. Pero, ¿qué puede esperarse de un lugar donde se prohíbe el burka y se consiente con toda la liberalidad del mundo el zapato rejilla? ¿Por qué razón en un sitio donde hay mujeres que se encierran de por vida para no ser vistas por un hombre escandaliza que otras mujeres se tapen la cara con el mismo fin? De momento, se cuentan más mujeres sometidas a la clausura colectiva que a la particular. ¿Por qué no empezar socorriendo a las primeras? Cada siglo arranca con su variación Goldberg sobre temas eternos. A principios del siglo pasado, a quienes perseguían los ayuntamientos era a los nudistas.

Nadie puede abrir semillas en el corazón del sueño, canta Camarón por Lorca, y la imagen es como un cuadro de Dalí. En el tiempo no hay manera de echar raíces, es lo que está diciendo todo el rato la canción. Machado lo contó de otra manera, decía que no hay camino. Tuvo que venir a hacerlo, el camino, un cura de Barbastro. Desde entonces, en España se ha andado mucho, tanto que durante décadas la categoría de ciudadano no estaba por encima de la de peatón. España ha sido un país muy peatonal transitado por modestos zapatos rejilla. Aquí se ha andado principalmente para no ir a ninguna parte; porque, mirándolo bien, España no es un país para que la gente se ponga a andar. En realidad, el español no anda, el español zapatea. El zapateado es al paseo lo que tiovivo al coche de bomberos, o a cualquier otro tipo de automóvil. El zapateado se sustenta, al igual que la noria y los caballitos, en el principio del transporte estático, que menea, pero no transporta, porque siempre deja en el punto de partida. El zapateado participa del adorno y de la ilusión del tiovivo. El zapateado es la manera que tienen los flamencos de correr la maratón. El flamenco, cuando baila, parece que vaya tapando fosas comunes. Creo que fue Cocteau quien dijo que los flamencos al bailar daban la impresión de querer apagarse un fuego del cuerpo. Pero eso lo hacen con las manos.

Los palmeros constituyen un aspecto diferente de la mano flamenca. Con el palmero se convierte en arte lo que antiguamente se hacía para llamar a un sereno o a un camarero. El palmero es el monitor de gimnasio que mete bulla a los bailaores para que zapateen más ligero. En el palmero, el baile flamenco ha sabido sublimar uno de los más notables caracteres de estas tierras, que es el de tipo que va contigo. Los Astrud han cantado que en España hay un hombre que lo hace todo. Así, el resto de los hombres lo que hacen es acompañar. Acompañan a todas partes, al quiosco, al médico, al pan, y cuando ya hay confianza entran con uno en los lavabos para orinar codo con codo. Entre los españoles, lo único que históricamente han podido darse los unos a los otros es compañía. Y palmas. El resto se lo han quitado. Hasta los muertos.

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