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Columna
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Demócratas hasta la muerte

Llega el verano y se van las noticias. Y Juan Urbano piensa en ese aforismo cruel de Elias Canetti cuyas nueve palabras dan vueltas dentro de su cabeza, desde el día en que las leyó, igual que si fueran peces en un acuario: "La muerte es terrible, pero ¿con qué podríamos sustituirla?". La ausencia de noticias no es terrible, y tiene antídoto: otras noticias. Así que los partidos del verano los juegan los reservas, y no solo en los periódicos deportivos, donde la información da marcha atrás hasta el rumor y las páginas se llenan de fichajes imposibles para que los aficionados juguemos en la playa a cambiarle la camiseta a los futbolistas. El Congreso cierra, pero el asesino de John Lennon vuelve a pedir la libertad condicional; y el hijo del psiquiatra de Marilyn Monroe le cuenta a la prensa los remordimientos que siempre tuvo su padre por haber dejado sola a la actriz el día de su muerte; y el de Susan Sontag, da los diarios secretos de su madre a una editorial, para hacerse famoso y ganar unos dólares metiendo la cuchara en su tumba. Y luego están los viajes, la gastronomía, los conciertos, los festivales de teatro y, en la despensa, los ecos de un año en el que nos vinimos de rojo del Mundial, de amarillo del Tour y de Wimbledon con la ensaladera debajo del brazo.

El mal sabor de propina lo deja el archivo de la causa abierta por espionaje contra Aguirre

Lo único que deja una mancha en la ropa de invierno es la política, con una crisis sin resolver, una tasa de paro dramática, un mercado de trabajo en el que vuelven a ser los años setenta y una huelga general que se ha montado por esa razón para el 29 de septiembre, que es el día en que nacieron Cervantes y Unamuno, pero también en el que murieron Zola y Auden. ¿Qué va a desaparecer, a sobrevivir y a cambiar ese día de este año?

En la Comunidad de Madrid, el mal sabor de propina lo dejan el archivo de la causa abierta por espionaje contra el equipo de la presidenta Esperanza Aguirre y la imagen de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, en su última comparecencia pública de este curso, marchándose de vacaciones con una pala al hombro después de haber echado tierra sobre ese asunto del que, por desgracia, y como tantas otras veces, se puede decir que está clarísimo para todo el mundo menos para una persona: el juez encargado de investigarlo. Así que borrón y cuenta nueva, el magistrado deja el calabozo abierto y un coche en marcha en la puerta, y la jefa de los conservadores obliga al vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, y al ex vicepresidente del Gobierno regional, Alfredo Prada, a retirar el recurso contra esa decisión. Disciplina de partido, se llama eso, pero a Juan Urbano y a mí siempre se nos vienen palabras menos suaves a la boca, en estos casos.

El vicealcalde de Madrid está suspendido temporalmente por el Comité de Derechos y Garantías, ja, ja, ja, qué bueno, por haber llamado a Aguirre por algunos de sus nombres en EL PAÍS. Al final de esta grotesca película de serie negra, el poli bueno y el poli malo de la historia han hecho su papel, y mientras uno le ofrecía perdonarle el año de castigo si se mantenía lejos de los tribunales, el otro lo ha amenazado con llevarle a ellos si no pedía públicamente perdón por haber dicho la verdad. Qué imagen tan lamentable da esa gente a la que no resulta difícil diciendo de la democracia lo mismo que el poeta José Bergamín decía del PCE: "Yo con los comunistas, hasta la muerte, pero ni un paso más". Es porque él además de comunista, era católico. ¿Y ellos? ¿Qué son ellos, además de demócratas?

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