Los éxitos del futuro
Nadie puede dudar que el deporte español está viviendo su mejor etapa. La consecución de la Copa del Mundo completa una serie de éxitos de nuestros deportistas que nadie hubiese soñado hace un par de décadas. Por poner una fecha, todo se inició a principio de los 90 con los Juegos Olímpicos de Barcelona y los tours de Indurain. Desde entonces la sucesión de éxitos se ha tornado exponencial y quedan pocos deportes donde no se haya llegado al máximo nivel.
El Mundial de fútbol es, sin lugar a dudas, el mayor éxito de todos. ¿Por qué? Las razones son numerosas. En primer lugar, es el deporte más practicado y profesional del mundo. Esto hace que cualquier país del planeta dedique recursos humanos y económicos para el fútbol y que la competencia se multiplique. En ningún deporte hay una decena de equipos que puedan ser, realmente, campeones.
El fútbol es, además, el deporte más complejo. El resultado final de los partidos está sometido a un cierto grado de azar. El éxito tiene un alto grado de incertidumbre y genera un estado de inseguridad permanente. En el fútbol se ha trabajado la representación de las emociones de los colectivos, sean de clubes, ciudades o estados. Este contrato absolutamente pasional genera muchos beneficios aunque también tiene un alto coste. Las celebraciones por el Mundial en toda España han sido manifestaciones espontáneas, libres, sentidas y absolutamente honestas. Pero a este estado se ha llegado por la iniciativa consciente o inconsciente de personas e instituciones que durante generaciones han elevado este deporte a la categoría de auténtica liturgia laica y universal.
En síntesis, por su extensión y profesionalismo, por su complejidad y por la carga emocional que conlleva, el Mundial es el éxito más difícil de alcanzar. ¿Y cómo se llega al Olimpo de los dioses? ¿Cómo ha sido posible esta transformación del deporte español? Evidentemente, no ha sido por azar.
Tomando el fútbol como ejemplo, en España ha generado un modelo deportivo basado en la organización, el conocimiento, el trabajo, el esfuerzo y el placer por disfrutar jugando. Detrás de cada pared, cada regate, cada pase, cada parada hay muchas horas de aplicación de conocimiento y tecnología que ayudan a que los jugadores actúen con el mayor rendimiento. Desde el CSD, desde el COE, desde la universidad y las federaciones se ha invertido mucho en la formación de entrenadores y técnicos de apoyo.
Un equipo es un pequeño ecosistema, bastante inestable, en el que interactúan un conjunto de personas, relaciones y acciones. El éxito solo puede venir cuando se conjuntan todas las fuerzas. La dirección y gestión del grupo de Vicente del Bosque ha sido básica en el rendimiento del equipo. La tecnología, el análisis de los rivales, la asistencia médica, la preparación física y psicológica son elementos imprescindibles para el conjunto. Pero el elemento clave es la actuación de los jugadores en la competición. Ellos son los autores y las estrellas. Muchas competencias tienen que dominar los campeones del mundo. Es difícil decidir cuál es el elemento fundamental para el rendimiento, pero muchos coincidirán en que es el propio hecho de jugar al fútbol.
La percepción de las situaciones de juego, la selección de la mejor respuesta en cada instante, la ejecución en el momento y en el lugar adecuado y, por último, la capacidad de realizarlas en cualquier circunstancia de estrés son las bases del éxito. Gran parte de estas variables se construyen en el sistema nervioso central, como cualquier otro conocimiento, y requiere de las mejores habilidades de la zona más noble de nuestro cuerpo: el cerebro. Solo hay un problema. Se exige mucho tiempo y esfuerzo.
Expertos decían durante el Mundial que los equipos no podían jugar como España porque no tenían la calidad de nuestros jugadores ¿Qué tal si los construyen? Es cierto que cuando se está compitiendo en una Liga o en un Mundial el objetivo es a corto plazo y lo más importante es el resultado. De acuerdo. Pero, por favor, ¿podrían olvidarse parcialmente del resultado los entrenadores, padres y jugadores durante los 10 o 12 años que van desde la iniciación hasta el alto rendimiento? ¿Podrían dedicarse a construir buenos jugadores que amasen al fútbol y respetasen el buen juego?
No solo es importante ganar, sino cómo hacerlo. ¿Utopía? No, ya lo hemos vivido. Apostemos por el proceso para llegar a los resultados... desde el inicio. Es de desear que el modelo de respeto y pasión por el buen juego impregne a los más jóvenes y que no se vuelva al resultadismo al menor tropiezo. Amaremos más al deporte.
Jordi Álvaro es profesor de la Universidad Europea de Madrid.
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