El peligroso reto de subirse a un tobogán
"¡Abuelo!, ¡abuelo! ¿Y ahora cómo bajo?". María, a sus intrépidos seis años, ha demostrado a todos los que la observaban mientras jugaba en una de las 12 nuevas zonas infantiles del corredor ambiental que no tiene nada que envidiar a los felinos. La pequeña se ha subido a un tobogán de más de tres metros de altura que no tiene escaleras para llegar a lo alto. Para jugar con el columpio es preceptivo tener alguna dote de alpinista y trepar por un tubo de madera que desemboca en la cumbre. La niña, contra el pronóstico de su público, pudo subir. Pero bajar es otra historia. De vuelta por el tubo, imposible. El tobogán tampoco, demasiada inclinación para atreverse al deslizamiento. Y la tercera alternativa, unas barras como las de los bomberos, tampoco le inspiran confianza.
Los nuevos columpios del parque, ganadores del Premio Columpio de Oro por su integración ambiental, su calidad y por fomentar la creatividad, no pasan inadvertidos. Su tamaño y material permiten su uso tanto a niños como a adultos. Los hay divertidos: hamacas, juegos musicales, pasarelas de equilibrio, lonas para saltar... Pero también los hay que conllevan un cierto riesgo. Un niño puede subir por lo que parece una maraña de palos inofensiva y sin apenas darse cuenta encontrase a varios metros del suelo, rodeado de troncos y sin sujeción.
"No hay peligro", asegura el director general del proyecto, Javier Hernández. "Los niños saben hasta dónde pueden llegar, y si no, pedirán ayuda", confía. De momento, no se conocen víctimas, pero a María dos adultos la tuvieron que bajar del tobogán.
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