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Columna
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La patronal gallega

La semana pasada, el presidente de la patronal gallega, Antonio Fontenla, expuso en el Fórum Europa-Tribuna Galicia celebrado en A Coruña lo que bien podríamos denominar el programa económico-social del empresariado gallego. Aunque es cierto que en su sermón neoliberal Fontenla se limitó a repetir las recetas que desde hace años emiten los círculos económicos dominantes, es preciso reconocer que los dirigentes patronales como Fontenla hablan cada vez más claro y cada día con menos complejos.

En efecto, empezó nuestro locuaz conferenciante utilizando, fuera de todo contexto, un aforismo de Charles Darwin para proponernos un nuevo darwinismo social que el gran científico británico jamás defendió, e instándonos a adaptarnos a los vientos neoliberales que hoy soplan huracanados. En realidad lo que nos propone Fontenla desde el frontispicio de su intervención es que admitamos, como un hecho irremediable, la marginación de la política y el deterioro de la democracia. Seguramente, el jefe de la patronal responderá airado a esta conclusión, pero antes de que lo haga le recomiendo que recuerde que no se puede enunciar un teorema y pretender luego evitar los corolarios. Porque reconocerá Fontenla que en los albores del siglo XXI el dilema al que nos enfrentamos es muy claro: ¿quién debe gobernar el proceso mundial y el cambio social? ¿Las leyes de unos mercados financieros no sometidos a control alguno o los poderes políticos democráticos, que respondiendo al interés general puedan globalizar y democratizar la riqueza y el bienestar, como condición y garantía de la expansión de la libertad y la seguridad para todos? Dicho en otras palabras, o aceptamos el vaciamiento de la democracia o profundizamos en ella a todos los niveles. La opción de Fontenla y de los intereses que representa no ofrece lugar a dudas.

Fontenla propone reducir las conquistas sociales alcanzadas a través de un largo proceso civilizador

Siguiendo un guión bien conocido, el presidente de la patronal gallega exigió la reducción del gasto público y añadió que la austeridad debe ser una actitud permanente de las administraciones públicas. Sólo se salvarían de la quema, según nuestro reputado teórico, los gastos en infraestructuras, I+D y formación. Ahora bien, si tenemos en cuenta que la mitad del gasto público en España es gasto social, y que en comunidades autónomas como Galicia ese gasto social representa el 68% del presupuesto, es evidente -los corolarios otra vez- que Fontenla nos propone una drástica reducción de nuestro Estado de bienestar y la destrucción de las conquistas que, alcanzadas a través de un largo proceso civilizador, constituyen hoy nuestro sistema de vida. Tampoco se mostró satisfecho con la reforma laboral propuesta por el Gobierno, pese a que ésta recorta importantes derechos de los trabajadores. Para Fontenla, lo ideal parece ser la vuelta a formas de dominio neopatriarcal de los trabajadores, y propone reformas que dejen bien claro que cuando un trabajador cruza el umbral de la empresa queda sometido al despotismo sin brida del empresario o de sus agentes. Desde luego, el modelo de la patronal está muy alejado de lo que debe ser un moderno sistema de relaciones laborales.

Finalmente, como es habitual entre los dirigentes patronales, Fontenla solicitó una reducción de impuestos (sociedades, sucesiones y donaciones, transmisiones patrimoniales...) así como exenciones de impuestos para la inversión. Al parecer nuestros patronos siguen aferrados a la teoría del profesor Laffer, consistente en afirmar, contra toda evidencia, que con la reducción general de impuestos el total de la renta pública no sólo no disminuiría, sino que experimentaría un enorme crecimiento. O quizá, Fontenla haya descubierto el análisis de David Stockman, director del Departamento de Administración y Presupuestos de EE UU y, con mucho, la personalidad económica más relevante del Gobierno de Ronald Reagan, cuando, en una metáfora menos que elegante, afirmó: "Si uno alimenta al caballo (los ricos) con avena de sobra, algo acabará cayendo en el camino para los gorriones (los pobres)". Tal parece ser el programa de nuestra patronal. Como se ve, una gran aportación a la convivencia y la cohesión social del país. Después de escuchar a los Fontenla, no parece razonable que alguien se escandalice ante la respuesta que legítimamente preparan los sindicatos.

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