La trama alavesa, una bomba de relojería para todo el PNV
La ejecutiva afronta mañana la búsqueda de un cortafuegos eficaz
La ejecutiva nacional del PNV se prepara para otra tensa y complicada reunión mañana: necesita un cortafuegos ante la imposibilidad de contener el escándalo alavés confinado a ese territorio y a las paredes del juzgado. La derivada de espionaje político, nada menos que sobre el presidente del Senado, Javier Rojo, el alcalde de Vitoria, Patxi Lazcoz, los jefes de filas locales del PSE y del PP, Txarli Prieto y Alonso Alonso respectivamente, y el que fue secretario general de la patronal, y asesor de Lazcoz, José Manuel Farto, entre otras personas, amenaza al partido en su conjunto.
La honradez y la gestión en sus gobiernos están en entredicho: por el juzgado han pasado ya -detenidos algunos, todos imputados- miembros en activo del gobierno foral de Agirre y de la ejecutiva del partido; ex concejales, directores y viceconsejeros de ejecutivos de Juan José Ibarretxe; significados ertzainas que espiaron para los mismos dirigentes supuestamente partícipes de los negocios investigados y máximos directivos de empresas públicas. Presuntas exigencias de comisiones ilegales, dudosas adjudicaciones de contratos, espionaje informático industrial y ahora seguimientos a políticos se juntan en un cóctel peligroso de idénticos ingredientes a los de formaciones como el PP en comunidades como Madrid y Valencia.
Gerenabarrena, el eslabón más débil tanto interna como externamente
El territorio gobernado internamente por Iñaki Gerenabarrena se ha convertido en una bomba de relojería sobre la mesa del EBB. No ayuda que a ella se siente, como miembro nato al ser presidente de la regional alavesa, este hombre ante cuyos ojos -por activa, si lo sabía, o por pasiva, si no se enteró- ocurrieron los desmanes investigados. Todo llega con el PNV descabalgado del Gobierno cuando ya no puede desde él protegerse, dosificar o prever al menos de antemano la incidencia de los daños.
Tampoco ayuda que todo ocurra en el contexto preelectoral de un año en el que previsiblemente el avance de las investigaciones judiciales propinará más un sobresalto a la agenda y los planes que la maquinaria electoral del PNV traza ya.
"Cuatro aprendices de brujo", minimizan en privado relevantes autoridades del PNV en Vizcaya, que apuestan por dejar caer, sin paños calientes, a todos los implicados o salpicados por la trama. "El que la hace y le pillan, la paga", es la cruda frase con la que se ilustra esa apuesta de una parte del partido por cavar desde ya un cortafuegos claro y eficaz. Que en él llegue a incluirse al presidente del partido en Álava y miembro de la ejecutiva de Urkullu, Iñaki Gerenabarrena, es cuestión a meditar pero para nada descartable.
El máximo responsable alavés ya ha recibido un aviso sobre la merma de su autoridad en la organización, con el rechazo de las bases al candidato a la alcaldía de Vitoria propuesto por él. Esta cuestión tiene que sustanciarse para finales de mes y la prolongación de las irregularidades no ayuda a Gerenabarrena a dotarse de credibilidad y fuerza en esa batalla interna.
Otro tanto ocurre con su adscripción al sector soberanista que lidera Joseba Egibar. Álava ha tomado el relevo, cuatro años más tarde, en los quebraderos de cabeza que Guipúzcoa ocasionó al PNV ante las municipales y forales de 2007, con la ocultación patrimonial del candidato de Egibar a la Diputación, y los escándalos de la hacienda de Irún y del museo Balenciaga en plena eclosión. El PNV perdió ante el PSE. En Álava parte ya de una difícil tercera plaza.
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