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Columna
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Banderas por aquí y por allá

Los chinos de Madrid están haciendo su agosto vendiendo banderas nacionales españolas y de otros países que participan en el Mundial de Sudáfrica. Hay banderas en los balcones y ventanas, en los bares, en los coches, en los escaparates, en relojes, bufandas, insignias, gemelos y sujetacorbatas. Las enseñas siempre han tenido prestigio y valor, pero, en cuanto al precio, ahora están por los suelos. Este año, en las rebajas se llevan la palma las banderas. También han bajado mucho de precio los patriotismos baratos de estadio, griterío y taberna. A pesar de todo, si viene por aquí un turista que no sabe de fútbol, pensaría que Madrid seguía siendo la esencia del patriotismo, como cuando Napoleón.

Hay muchos tipos de banderas, también llamadas oriflamas: insignia, pabellón, estandarte, blasón, banderín (muy relacionado con el balompié) o banderillas (que no son del agrado de los catalanes). Y también el pendón, pero esa palabra es de doble filo y hay que tener cuidado al usarla, puede acabar en bronca. Significa "bandera más larga que ancha", pero también, figurada y familiarmente, "persona moralmente despreciable". Una cosa es hombre o mujer bandera; otra, mujer u hombre pendón, a ver si entendemos.

Por los reportajes de televisión y radio estos días entre ciudadanos de la calle, un gran contingente de españoles anda fatal de geografía. Entre cuatro tipos no acertaron a señalar a Paraguay en el mapa, ni el nombre de su capital, ni su bandera. Uno llegó a proclamar en Cuatro que la capital de Uruguay era Venezuela.

Mucha gente tiene tal batiburrillo de banderas en el coco que solo acabará cuando termine el Mundial. Por otra parte, hay personas a quienes las banderas les provocan todo tipo recelos. Son los abanderados de la desbanderización. Utopistas.

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