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Reportaje:Segundo Wimbledon del número uno

"La vida es una locura"

El campeón explica que jugar bien en hierba siempre fue su "sueño y meta" y que el parón y el tratamiento de las rodillas le ayudará a llegar mejor al final de la temporada

Bajo la pasarela que une la pista central y el jardín de jugadores se arremolinan miles de palmas, cientos de espectadores y decenas de banderas de España. Es la banda sonora que acompaña a Rafael Nadal cuando cruza ese estrecho puente, sencillamente vestido con unos pantalones cortos y sin el trofeo, siempre sonriente. El número uno del tenis mundial hizo ayer algo más que ganar su octavo título del Grand Slam y su segundo Wimbledon. Confirmó que en Londres, al contrario que en otras plazas europeas, como insinuó en su discurso sobre la pista ("muchas gracias por su respeto", dijo; "hace dos días jugué contra Andy [Murray], un jugador local, y hubo mucho respeto. Eso no pasa en todas las pistas del mundo"), cuenta con el aliento del público. También, que el rey de la tierra es uno de los mejores jugadores en hierba de la historia: cuatro finales seguidas en Wimbledon [en 2009 no participó] y dos triunfos no los tiene cualquiera.

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"Lo principal es querer jugar bien de verdad: encontrarás un camino", argumentó el campeón sobre sus progresos en una superficie que pareció siempre prohibida para los españoles, con las excepciones de Manuel Santana, Conchita Martínez y Arantxa Sánchez Vicario. "Hay que quererlo realmente. Y, para mí, jugar bien sobre la hierba siempre fue mi sueño, mi meta", añadió.

Nadal consiguió ayer por segunda vez el doblete Roland Garros-Wimbledon, que también logró el curso pasado el suizo Roger Federer y que, sin embargo, nadie obtenía desde el sueco Bjorn Borg. "La vida es una locura", se rió al analizarlo; "ahora viene un parón: el tratamiento en las rodillas, que confío mucho en que me ayude. He dado un paso importante para terminar como número uno el año, lo que me motiva. Y quiero intentar no llegar cansado a esa parte de la temporada que siempre me cuesta un poquito más".

Hace un año, Nadal voló a Wimbledon, se entrenó duramente y debió retirarse del torneo antes de que empezara. Estaba lesionado. No podría defender su corona de 2008. Y tendría que esperar casi todo un curso para volver a ganar un grande, Roland Garros, y estar en la final de Wimbledon. "Todos los títulos son especiales, pero, tras un año que no fue fácil, volver a mi torneo preferido, jugar bien de nuevo e irme con el trofeo... Increíble", dijo el español. "Este es probablemente el mejor público del mundo, el que más respeta a los jugadores", siguió; "estuve un poco más nervioso de lo normal. Tuve un poco de suerte en algunos puntos, pero, si no estás nervioso en una final de Wimbledon, no eres humano. Siempre doy lo mejor de mí. Lo importante es estar ahí todo el tiempo: así tendrás más oportunidades de salvar los puntos de break".

¿Qué pensó Tomas Berdych, sin apenas voz en la final? "Que la única manera de que mejore es jugar más partidos así, más partidos contra Rafa, porque su mayor arma es ser zurdo", argumentó el checo, siempre parco en palabras. "No hay muchos jugadores así, por lo que es difícil encontrar el ritmo correcto. Cuanto más juegue contra él, mejor para mí", continuó; "la diferencia fue muy pequeña y estuvo en que él es muy fuerte en los puntos decisivos. Fue un día ventoso. Lo fue para los dos, pero con su juego es mucho más fácil jugar con viento. Tengo que comprender cómo hacerlo. A mí no me gusta, pero no puedo elegir. Es difícil decir ahora qué cosas he aprendido de este torneo. Son demasiadas emociones..."

Emociones sintió el campeón, que el año pasado no estuvo en Londres para defender su trofeo de 2008. Emociones sintió el número uno, acompañado por toda su familia, que vio cómo daba una voltereta sobre lo que quedaba de hierba en la pista. Y emociones sintió Nadal desde el primer minuto, aceleradas al máximo sus ilusiones, hasta que llegó el momento de la verdad, el que separa a los muy buenos tenistas de los campeones, y les puso freno. No había empezado aún el partido. No habían sonado aún los aplausos. Y no se había coronado aún por segunda vez en el templo más sagrado del tenis.

Un restador en el reino de los sacadores

Esto recuerda Toni Nadal de la primera vez que pasó la verja de Wimbledon junto a su sobrino Rafa, que iba a disputar el torneo júnior: "Fue algo especial", dice; "jugar en Wimbledon era la aspiración máxima. Carlos Moyà nos dijo que no le gustaba. Yo llegué y pensé: '¿Cómo? ¡Con lo bien que está esto!". "Luego, al cabo de una semana lloviendo, le entendí", se ríe. Con cuatro finales seguidas y dos títulos, Nadal ha hecho suya una competición que odiaron generaciones de tenistas españoles. El juego era demasiado rápido. Las interrupciones por la lluvia, demasiado incómodas. Y los desplantes de la organización, que hace sus cuadros sin respetar el ránking y en función de los resultados sobre césped, demasiado obscenos. ¿Por qué hubo que esperar a Nadal para que lograr lo que había logrado Manuel Santana en 1966?

Por deseo competitivo y espíritu aventurero, por supuesto. Pero no solo por eso: pesan también cambios radicales en el torneo, la tecnología y el estilo de juego. Con una humilde cuenta de 54 aces Nadal es doble campeón de Wimbledon. Ese dato sustenta una teoría de Wilander: en Londres no ganan ya los tenistas ofensivos, maestros del saque-volea, sino los especialistas al resto capacitados para una agresiva transición defensa-ataque.

"Aquí", difiere Nadal, "si solo haces una de las dos cosas bien, sacar o restar, no llegas lejos. Si sacas mal, te van a hacer un break por muy bien que restes. Si sacas muy bien, pero no restas, en algún juego te vas a equivocar. Los que ganan aquí, los que llegan a la final, Federer, Roddick o Berdych, son grandes sacadores. Yo soy el menos sacador de los últimos años porque no tengo una superbomba, pero sí tengo un saque seguro, con un porcentaje alto de primeros servicios. Mi fuerte está en el primer golpe después del saque, en llevar desde ahí la iniciativa".

Nadal, como otros grandes restadores (Hewitt ganó en 2002), también se ha beneficiado de que la organización decidiera cambiar de hierba. En 2001 terminaron los trabajos. Del césped perenne de centeno al 70% mezclado con el 30% de otra semilla se pasó a semilla de centeno al 100%, importándola desde Holanda. La altura de los botes subió un punto. La velocidad del juego bajó otro. La altura del corte se subió de seis a ocho milímetros. Y, de repente, el público pudo empezar a ver algo de tenis: los nuevos materiales, las nuevas raquetas y cordajes, hacían hasta entonces el espectáculo insufrible. No había peloteos. Los partidos se discutían de ace en ace. Demasiada fuerza y nada de juego.

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