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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Imprudencia mortal

La precipitación y el gregarismo se sitúan en el origen de la tragedia ferroviaria de Castelldefels

Poco antes de la medianoche de anteayer, un tren Alaris que cubría la línea entre Alicante y Barcelona entró en la estación de Castelldefels Playa -a unos 25 kilómetros de Barcelona- minutos después de que uno de Cercanías hubiera dejado varios centenares de usuarios en el apeadero. Una treintena de personas estaba en ese momento cruzando las vías: el resultado fue de 12 muertos y 14 heridos, el accidente ferroviario más grave de los registrados en España después de las 19 víctimas mortales del choque ocurrido en 2003 en Chinchilla (Albacete).

La que se preveía una noche de verbena -en Cataluña miles de personas se concentran en las playas para celebrar la noche más corta del año, víspera de la festividad de San Juan- acabó en una terrible tragedia que segó esas 12 vidas, casi todas jóvenes. La velocidad del tren era la reglada (139 kilómetros hora sobre los 150 kilómetros hora a los que podía circular) y la estación había sido remozada, incluyendo ascensores para personas con problemas de movilidad, en octubre del año pasado.

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Pero la impaciencia de los jóvenes por dirigirse a celebrar la fiesta mediterránea de las hogueras hizo que un grupo descendiera por las vías con ese catastrófico resultado. Testigos presenciales -entre ellos algunos de los que cruzaron las vías con fortuna- aseguran que había mucha cola para acceder al paso subterráneo, que estaba mal indicado y que el tren Alaris entró en la estación sin luz y sin pitar. Otros en cambio apuntan que la precipitación de los jóvenes por la fiesta les hizo contravenir las advertencias de megafonía y las señales visuales y cruzar por las vías. Hay argumentos encontrados, aunque la hipótesis de la imprudencia parece ahora mismo la más creíble.

Solo se hubiera podido evitar ese accidente si el intercambiador de Tarragona hubiera estado en funcionamiento. Esa obra, que permitirá que cercanías y rápidos dejen de circular por la misma vía, no estará lista hasta dentro de un par de años como mínimo. El intercambiador permitirá que los trenes rápidos que unen Barcelona con Valencia discurran por la vía del AVE entre Tarragona y Barcelona, lo que evitará trenes a velocidades de 200 kilómetros hora accediendo a estaciones -las de las playas del sur de Barcelona- que en verano reciben miles de personas.

Pero sería excesivo descargar las culpas en una obra retrasada, como tantas otras que mejorarán cuando estén ultimadas las condiciones de transporte y seguridad. La explicación remite al cúmulo de complejidades que caracteriza la condición humana: desde la inmediatez con que se quiere lograr todo, hasta el gregarismo, que muchas veces nos lleva a imitar lo peor y a caer en la imprudencia. En este caso, la conducta de un pequeño grupo de jóvenes -ante la cola que se había originado en el acceso subterráneo- fue seguido por otros que no tuvieron la fortuna de alcanzar con vida el otro andén.

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