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Reportaje:Sudáfrica 2010 | Francia-Sudáfrica

Y el país se pregunta sobre su identidad

Los franceses debaten acerca de si este equipo fracasado es un reflejo de su sociedad

Antonio Jiménez Barca

Más allá de la catástrofe deportiva, de no haber ganado ni un partido y de despedirse del Mundial de Sudáfrica a la primera, de la indignación y la decepción y de los ataques a Raymond Domenech, a quien solo defiende su madre -hace dos días la entrevistaron y lloró-, los franceses se preguntan: ¿Es este equipo un reflejo nuestro?, ¿representa este equipo perdedor, maleducado, fatuo, descoordinado, mal avenido y antipático a nuestra sociedad?

En 1998, cuando la selección bleu comandada por Zidane, Thuram y Barthez ganó el Mundial en campo propio, todos se apresuraron a identificar ese equipo con la Francia moderna. Jacques Chirac, a quien el fútbol le importaba un comino, les recibió en El Elíseo no solo como triunfadores, sino también como representantes de lo francés, y todo el país hablaba de la selección black-blanc-beur (negra-blanca-árabe), compuesta por jugadores de todas las razas. El propio Zidane, de padres argelinos, originario de la periferia marsellesa, encarnaba a la perfección ese sueño francés. Desde entonces, en Francia han pasado muchas cosas. Entre ellas, la explosiva retirada de Zidane en 2006 y los disturbios en la banlieue en 2007.

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El diario Le Monde recordaba todo esto el pasado sábado en un editorial y luego añadía: "¿Cómo no ver en este equipo de ahora un espejo de la sociedad actual? Dominado por egos atormentados, fraccionado en varios grupos -negros de origen antillano, negros de origen africano, blancos, musulmanes, expatriados de lujo o alojados en Francia-, este equipo casa con todos los parámetros del país".

El filósofo Alain Finkielkraut, en un artículo en Le Journal du Dimanche, decía: "Este equipo devuelve a Francia el espectáculo de su desunión y su inconsistencia (...) Aunque no representa a Francia, por desgracia la refleja: con sus clanes, sus divisiones étnicas, la persecución del primero de la clase, Yoann Gourcuff. Es un espejo terrible".

Finkielkraut se refería al rechazo del centrocampista Gourcuff, un futbolista blanco, de clase media-alta de un pueblo de Bretaña, por parte de un grupo de compañeros provenientes de los suburbios de París. En el partido contra México, Domenech le dejó en el banquillo.

Hay políticos, como François Bayrou, que relacionan la debilidad del equipo francés con "la debilidad de Francia". Hay otros, como el ministro de Cultura, Frédéric Mitterrand, que se niegan a hacerlo. Pero el debate -a este país le encantan los debates colectivos- seguirá: ¿Hasta qué punto la identidad de un país se esconde en su equipo de fútbol?

"Domenech, fuera", pide un aficionado en París durante el encuentro.
"Domenech, fuera", pide un aficionado en París durante el encuentro.REUTERS

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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