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Columna
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Redención

David Trueba

El programa La noria dedicó su espacio, siempre intenso y variado, al legado de Vicente Ferrer y su candidatura al Premio Nobel de la Paz. Compartía la noche con la emisión en Telemadrid de la película de Sáenz de Heredia Historias de la radio. Clásico del año 1955 y perfecto ejemplo de cómo la moral nacional católica impidió muchas veces que el cine español más inspirado alcanzara la libertad creativa y la afilada grandeza del cine italiano de aquellos mismos años. En el primer episodio, Pepe Isbert pelea a golpazos de trineo con un rival para ser el primero en llegar a la emisora, que ha prometido 3.000 pesetas al primer oyente que aparezca disfrazado de esquimal. En los dos siguientes, el ternurismo y la moralina rebajan el inmenso talento que destila la película, pero sirven para retratar el complejo de culpa que persigue a los medios de masas.

Sáenz de Heredia ofreció redención ficticia a esa vieja radio, al egoísmo de la gente y hasta a Bobby Deglané, que echa mano a su propio bolsillo para compensar la injusticia de ese Isbert, segundo en llegar. La noria ejerció también de redentor para público e invitados, todos entregados a la figura de Vicente Ferrer, hasta en las camisetas. José Bono recordó que el antiguo jesuita llegó a India con la misión de bautizar a toda la gente que pudiera, pero que cuando se dio cuenta de que ni siquiera había agua, decidió dedicarse a construir pozos. El cura que alecciona al rico y al ladrón en la vieja película española cita la Biblia para decir que al final de la vida no es más rico el que más tiene, sino el que más ha dado. Como el antivillancico de García Calvo, que cantaba Chicho Sánchez Ferlosio: "Uno solo tiene aquello que da". Los 180.000 niños apadrinados por donantes a través de la Fundación de Vicente Ferrer sirven como válvula de escape a la cruel realidad. Por una noche, el programa exitoso dedicó su energía a la solidaridad pública. Son mecanismos necesarios, por primarios que sean. La culpa golpea adentro, donde no llega el ruido de la feria de las vanidades. No hubo ficción ni redención en Utah, donde fusilaron a otro condenado a muerte.

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