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Columna
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Violencia en díptico

En el momento en que empiezo estas líneas son ya 32 las mujeres asesinadas por sus parejas en lo que va de año. Es posible que antes de que las termine o se publiquen haya aumentado esa cifra. Pasa a menudo; así de implacable y sostenido acostumbra a ser el ritmo de los crímenes de género. En los últimos tiempos se han reforzado la legislación contra este tipo de violencia, los medios judiciales y policiales para combatirla, los recursos destinados a la protección de las víctimas y las campañas de información y sensibilización social. Y, sin embargo, la plaga no sólo no se ataja, sino que ni siquiera da signos de debilidad: el número de asesinatos en esta primera mitad de 2010 es sensiblemente superior al del mismo periodo del año pasado; las agresiones, más visibles, y las consiguientes detenciones hay que contarlas muchas semanas a puñados. Y lo que resulta aún más descorazonador: la edad de las mujeres atacadas y de sus agresores evidencia que la violencia machista traspasa los límites generacionales, es decir, que no es sólo cosa del pasado o de pasadas mentalidades, sino de ahora mismo y de gente también joven.

Parece pues imprescindible y urgente replantearse la estrategia de lucha contra la violencia de género; preguntarse a conciencia qué se está haciendo mal o, al menos, qué no se está haciendo bien para que sus resultados sean tan pobres, tan dramáticamente incapaces de romper o frenar la demencial secuencia de una asesinada cada cinco días, de una maltratada a cada instante. Y, en mi opinión, una de las claves de este fracaso radica en el desigual tratamiento que reciben las causas y los efectos de la violencia machista; en el hecho de que la mayor parte de los recursos, las energías, los discursos, la determinación se concentran en evitar o paliar los efectos de una violencia ya real o ya latente, mientras que las causas primeras que la van introduciendo y fijando en las mentalidades siguen descuidadas o insuficientemente atendidas; o, si se prefiere, mientras el machismo sigue difundiéndose con bastante holgura, sembrándose para futuras cosechas.

Hasta que esa "contradicción" no se resuelva, no habrá nada que hacer. Y para resolverla es necesario no perderla de vista. Propongo para ello que las noticias de violencia de género, esto es, las noticias que tienen que ver con los efectos del machismo, se presenten siempre acompañadas de otras, tomadas de la misma actualidad, que permitan considerar sus causas. Como en un díptico: una a un lado, la otra en su contrario. Por ejemplo, la noticia reciente de que un hombre ha sido "detenido por secuestrar ocho meses a una mujer a la que forzaba sexualmente", acompañada de este titular aparecido hace unos días en un (no éste) periódico: "Las novias de los futbolistas calientan el Mundial". Una presentación en díptico que deje claro de qué o de qué no estamos hablando cuando hablamos de lucha contra la violencia de género.

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